Al mediodía de este viernes, Flavia Royón aún no sabía que por la noche sería despedida de la Secretaría de Energía. La (ahora) ex funcionaria había dedicado la mañana a programar la actividad oficial de los próximos días con el equipo del Ministerio de Economía. El contacto era normal. Recién cuando medios periodísticos que acompañan a la comitiva oficial que encabeza el Presidente en Roma empezaron a publicar que su continuidad estaba seriamente en duda se decidió a escribirles por WhatsApp a Luis ‘Toto’ Caputo, su reporte directo, y al jefe de Gabinete, Nicolás Posse, su referente político dentro del gobierno. “Quiero saber si son operaciones mediáticas o qué”, le dijo a un colaborador estrecho en la Secretaría.
La confirmación de que tendría que abandonar el cargo le llegó recién cerca de las 17, poco tiempo antes de dejar su oficina en dirección al aeroparque Jorge Newbery para pasar el fin de semana largo de Carnaval en su Salta natal. “Presenté mi renuncia para terminar con el manoseo. Que hagan lo que quieran. Yo no me puedo hacer cargo de cómo votan los diputados de mi provincia. Sobre la Ley tengo mi pensamiento y lo dije: había que aprobar el proyecto”, le contestó, en tono de despedida, a uno de los varios empresarios que le escribieron cuando los canales de noticias y medios de comunicación comenzaron a informar que su salida era inminente.
Royón quedó en medio de la furia de Javier Milei con gobernadores díscolos que no acompañaron la votación en particular de la Ley Ómnibus en el Congreso. Persona de extrema confianza de Gustavo Saenz, mandatario de Salta, Royón se había movido rápido para saltar de vereda cuando Sergio Massa cayó derrotado en el ballotage. La entonces secretaria de Energía llegó viajar a Washington a fines de noviembre para entrevistarse con Posse durante la primera visita de la cúpula de La Libertad Avanza a funcionarios del FMI y del Tesoro. Ese encuentro no llegó a concretarse en EE.UU., pero sí a la semana siguiente en Buenos Aires.
Royón causó una buena impresión profesional en Jefatura de Gabinete, que abogó por su permanencia también a partir del respaldo mayoritario que recibió la salteña por parte de empresarios del sector de energía y actores relevantes de la agenda internacional. No fue casual, leída en esa clave, la foto junto con Royón que el embajador norteamericano en la Argentina, Marc Stanley, subió a su cuenta personal en la red X (antes Twitter) el jueves por la tarde.
En la imagen, que retrata una reunión de trabajo con miembros del Instituto de las Americas, la ex titular de Minería aparece rodeada de varios líderes privados como Ricardo Markous (CEO de Tecpetrol, brazo petrolero de Techint), Daniel de Nigris, country manager de ExxonMobil en el país; Bernardo Andrews, director general de Genneia (la generadora que es propiedad del holding que pertenece a la familia Brito), y Gabriela Aguilar, vicepresidente regional de Excelerate Energy. El respaldo privado, sin embargo, no fue suficiente. Royón fue relevada ayer de la Secretaría de Minería.
Pérdida estratégica
Con su salida, el sistema político del norte del país pierde un canal de acceso al gobierno nacional y el control de un área clave para provincias que precisan de la expansión de la actividad minera (del litio, pero fundamentalmente del cobre) para apuntalar su desarrollo económico a mediano plazo.
Su reemplazante en la cartera aún no está definido. Es probable que el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, sondee el interés de Sergio Arbeleche, un abogado especializado en minería que fue socio del estudio Bruchou & Funes de Rioja, pero la prioridad para designar al nuevo secretario de Minería la tendrá Caputo. El ministro de Economía tiene un candidato para asumir en el área, pero su nombre aún debe ser validado por la mesa chica de LLA.
El gobierno debe actuar rápido. Royón pensaba viajar a la PDAC, la feria minera más grande del mundo, que se realiza del 3 al 6 de marzo en Toronto (Canadá), con la intención de presentar en esa conferencia un plan de reactivación de la producción de cobre en la Argentina, que se vio interrumpida cuando se cerró la mina Bajo la Alumbrera en Catamarca.
La inversión en cobre —un metal supercodiciado a nivel global por la expansión de la movilidad eléctrica— es la gran apuesta que tiene por delante la Argentina, dado que cuenta con proyectos de clase mundial en etapa de factibilidad como Pachón, Los Azules, Altar, José María, Agua Rica y Taca Taca, entre otros. En conjunto, esas obras podrían sumar desembolsos por más de US$ 20.000 millones, pero para avanzar en esa dirección primero es necesario encontrar un interlocutor válido que pueda captar el interés de las grandes compañías mineras y relegitimar al país como un mercado de interés. Difícil alcanzar ese objetivo sin un secretario de Minería en funciones.