La consultora estadounidense Arthur Little, especializada en el negocio del oil & gas, acaba de publicar un informe en el que traza un escenario muy sombrío para la industria, a partir de la abrupta caída de la actividad como consecuencia de la pandemia del coronavirus. Asegura que “que el exceso de oferta de petróleo y el precio bajo del barril como efecto de la crisis de demanda del COVID-19, son variables que permanecerán durante varios años”.
El informe sostiene que “la guerra del precio del petróleo, junto con COVID-19, ha creado una tormenta perfecta, generando un impacto altamente negativo a corto plazo para la industria”. El estudio traza un cuadro sobre la situación actual y lo que puede pasar en el corto plazo con respecto a la producción, la demanda y los precios.
En el caso de la producción, indica que en la OPEP no hay acuerdo para reducir las cuotas de producción, ya que Arabia Saudita ve el exceso de oferta como una forma de limitar a Rusia y de detener la oferta de shale de EE.UU. Esta situación generará en el corto plazo que la producción a través del fracking llegue a una paralización completa y que en el caso del off shore se cancelen la mayoría de los proyectos.
Con respecto a la demanda, señala que las medidas de aislamiento generaron una fuerte caída, a lo que se suma que el mundo ya reclamaba una reducción del petróleo para alcanzar los objetivos de emisión de gases. Estima por lo tanto que llevará varios años recuperar los niveles de 2019, ya que cuando se produzca una recuperación de la demanda, el petróleo deberá competir con otras energías.
Sobre los precios, indica que la fuerte caída en el precio del crudo motivó que se redujeran los márgenes de ganancia en la refinación y que en algunas regiones los números ya dan negativos. Pronostica, en consecuencia, que algunas operaciones no podrán cubrir la producción y una perspectiva pesimista para cualquier programa CAPEX.
En otro de los considerandos, el informe indica que “la crisis afectará severamente a la industria petrolera, acelerando su transición a las energías renovables, que ya está en marcha”. Indica que en consecuencia habrá un mayor atractivo para invertir en energías verdes, en detrimento de la industria hidrocarburífera. “Con los precios altos del barril de petróleo, resultaba atractivo invertir en proyectos de exploración y producción. Pero ahora tienen rendimientos más bajos y mayor incertidumbre que antes. En cambio, las energías renovables tienen menores riesgos técnicos y, luego de esta crisis, tasas de retorno más altas que el petróleo”, indica el informe.
Otro de los efectos que dejará esta crisis será una reestructuración en la industria del crudo, con la presencia de menos jugadores en el negocio. Señala que para algunas empresas “el colapso financiero ya está en marcha”, que “los grandes proyectos en curso ya no son rentables” y que “el costo de capital para proyectos de combustibles fósiles aumentará aún más”.
En otro punto, el estudio traza un escenario futuro a partir del actual el panorama y las circunstancias que deberían darse para volver a una situación de “normalidad”. Con el actual panorama, indica que la sobreoferta durará dos años, la caída de la demanda se mantendrá en una “L” y el precio del barril estará por debajo de los u$s 40. Para “volver a la normalidad”, plantea que debería producirse un acuerdo entre Arabia y Rusia que lleve a una sobre oferta equilibrada. Esto generaría rebote de la demanda en forma de “V” y el crudo podría alcanzar los u$s 50 el barril hacia el cuatro trimestre de 2020.