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El aporte del CEP XXI en la construcción de la otra agenda
Visión de largo plazo con el foco puesto en el desarrollo energético
Lun 14
junio 2021
14 junio 2021
Daniel Schteingart, director del CEP-XXI del Ministerio de Desarrollo Productivo, brindó detalles sobre los trabajos que viene realizaNdo el organismo como aporte para el diseño de políticas públicas.
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El Centro de Estudios para la Producción (CEP-XXI) del Ministerio de Desarrollo Productivo es el ámbito encargado de realizar análisis de coyuntura, estudios e investigaciones sobre la estructura productiva que aporten al diseño de políticas públicas. Como parte de esa tarea, ha venido realizando diversas investigaciones con una visión de largo plazo destinada a fomentar el crecimiento de las capacidades de producción, aumentar la eficiencia y potenciar el dinamismo tecnológico. El listado incluye documentos sobre la transición a la electromovilidad, desafíos y oportunidades de la minería y oportunidades para el desarrollo de la economía del hidrógeno. Esos trabajos son los que el ministro Matías Kulfas toma como referencia para definir esa otra agenda que va más allá de la coyuntura. TRAMA conversó con Daniel Schteingart, director del CEP-XXI, sobre los aspectos clave de esos informes. 

El potencial del cobre

En el trabajo dedicado a las oportunidades que ofrece la minería el CEP XXI detalla, por ejemplo, el potencial de la producción de cobre que se utiliza en numerosas actividades e incluso es clave para la generación de energías renovables. «El cobre está presente en todas las iniciativas para reducir emisiones de carbono. Por ejemplo, un motor a combustión interna (alimentado con fósiles) demanda en promedio 23 kg de cobre, mientras que la batería de un vehículo eléctrico (que implica muchas menos emisiones de gases de efecto invernadero) utiliza alrededor de 80 kg. Es decir que un vehículo eléctrico necesita cuatro veces más cobre que uno convencional», destaca Schteingart. 

La International Energy Agency señala que la participación global de los vehículos eléctricos en las ventas globales en la actualidad promedia el 3%, aunque proyecta que sea del 30% en 2030. «Esto significa que en 10 años las ventas pasarían de unos 2 millones de unidades cada año (entre 2019-2020) a 25-30 millones. Pero, además, va a hacer falta desarrollar una infraestructura de estaciones de recarga, donde cada cargador rápido utiliza unos 8 kg de cobre», agrega el director del CEP-XXI para reforzar la importancia de este mineral. 

Incluso el cobre es clave para la industria renovable, ya que una central eléctrica convencional requiere alrededor de 1 tonelada de cobre para producir 1 Mw de electricidad, mientras que tanto los parques eólicos como los solares necesitan entre 3 y 5 toneladas por Mw. 

Para estimar la oferta adicional de cobre que será necesaria en los próximos años, desde el CEP XXI contrastaron proyecciones de consumo con proyecciones de producción de cobre y señalaron que hasta 2026 no se requerirán esfuerzos especiales para mantener el balance entre oferta y demanda. Sin embargo, en los años posteriores la necesidad de nueva producción en mina será creciente: para 2030 podría superar los 3 millones de toneladas y más que duplicarse en 2035, hasta alcanzar 7,7 millones de toneladas. La clave frente a este escenario pasa por determinar cuáles son las posibilidades de que proyectos argentinos cubran esa oferta faltante. 

Schteingart sostiene que en la actualidad existen al menos unos 48 proyectos de cobre avanzados en el mundo, que cuentan con estudios actualizados durante los últimos dos años. Aunque no todos se concretarán en los próximos años, la suma de reservas en cada país es un indicador de dónde se concentran los esfuerzos para ampliar la capacidad productiva de cobre a nivel global. Siguiendo estos criterios, los proyectos de mayor capacidad se ubican en la República Democrática del Congo, con cuatro proyectos avanzados; Estados Unidos en segundo lugar, con cinco proyectos; y en tercer lugar Argentina, con tres proyectos avanzados (El Pachón, Josemaría y Agua Rica). «De los proyectos locales, Josemaría en San Juan es el que se encuentra más avanzado y la empresa prevé iniciar sus operaciones entre 2025 y 2026, estimando operaciones por 19 años», afirma Schteingart. 

Divisas, empleo e infraestructura

Los proyectos mineros también serán claves para la generación de divisas. Según cifras oficiales, el proyecto de Josemaría prevé exportar u$s 19.800 millones durante los 19 años de vida útil del proyecto, es decir, unos u$s 1.150 millones al año. Además, estos proyectos representan desembolsos de inversión extranjera directa que pocos sectores pueden ostentar: únicamente la puesta en marcha de Josemaría demandaría u$s 3.091 millones. Agua Rica aportaría un número similar en materia de exportaciones. «Nosotros estimamos que solo esos dos proyectos podrían incrementar las exportaciones en u$s 2.600 millones, lo que equivale más o menos a todas nuestras exportaciones de carne vacuna. No obstante, el alza del precio internacional del cobre durante el último año quizás mejore nuestras previsiones. En abril, el Banco Mundial revisó sus proyecciones sobre el precio del cobre, previendo subas de entre 24% y 37% para la próxima década», remarca el director del CEP XXI.

Además, la minería, una actividad regional ubicada lejos de los grandes centros urbanos, es clave en varias provincias, tanto en empleo como en recaudación e infraestructura, ya que las inversiones mineras incluyen el desarrollo de rutas y tendidos eléctricos.

El empleo minero cuenta además con una remuneración que es unas tres veces superior al promedio de la Argentina y la segunda más alta de la economía solo por detrás de los hidrocarburos. Todo ello se traduce en poder adquisitivo y nuevas oportunidades en regiones muchas veces postergadas. «No es casualidad que la pobreza por ingresos en el Gran San Juan fuera 10 puntos superior a la media nacional en 2004 (antes del auge minero) y que en 2018-2020 haya sido 3 puntos menor. Como medida a mejorar urgente, hay que decir que se trata de una actividad muy masculinizada (al igual que la del sector primario y el industrial): si bien las mujeres que trabajan en la minería perciben muy buenos salarios ($ 160.000 en promedio), son apenas el 10% del empleo del sector», afirma Schteingart.

La apuesta por el hidrógeno

Unos 20 países trazaron estrategias vinculadas al desarrollo del hidrógeno, con un foco importante en el transporte. Algunas proyecciones apuntan a que podría representar el 18% de la demanda de energía para 2050. Argentina también busca posicionarse como un jugador clave en ese mercado. «Nuestro país está en condiciones de posicionarse en el mercado del hidrógeno, especialmente en lo que será el mercado del hidrógeno verde, porque cuenta con el recurso más importante para su desarrollo: un gran potencial en energías renovables. Es muy importante comprender que la producción de este hidrógeno es intensiva en energía eléctrica y, por lo tanto, quien tenga acceso a ese recurso podrá ofrecer los mejores precios», aclara. En este sentido, Argentina cuenta con los mayores niveles de radiación a nivel mundial en el noroeste y una capacidad eólica en la Patagonia, e incluso en el sur de la provincia de Buenos Aires, equiparable a las de zonas offshore del Mar del Norte, con factores de carga en los parques que sobrepasan ampliamente el promedio internacional. De hecho, diversos estudios de organismos internacionales y consultoras ubican a Argentina y Chile entre los países con más potencial en esta industria. 

«Además contamos con un diferencial con relación a otros países que son fuertes en recursos renovables: tenemos capacidad de producir hidrógeno azul a partir de gas natural. Eso nos da el diferencial de poder abastecer todos los mercados del hidrógeno a lo largo de la transición energética hacia la descarbonización, ya sea con un combustible de transición como el gas natural, o a partir de la electrólisis de fuente renovable», responde Schteingart.

El CEP XXI destaca en uno de sus informes que Argentina podría lograr una penetración en el mercado del hidrógeno de entre el 2,5% y el 5% para 2050, lo cual permitiría generar exportaciones por más de u$s 15.000 millones anuales, cifra similar a las exportaciones del complejo sojero en 2020. «No creo que sea utópico imaginar una Argentina que alcance ese nivel de penetración en el mercado mundial, ya que nuestra potencial competitividad es alta. De hecho, Chile está pensando que a 2050 sus exportaciones podrían estar en el rango de los u$s 25.000/30.000 millones. Y como ya dijimos, si podemos generar la energía renovable más barata del mundo, también podríamos ofrecer el hidrógeno más competitivo del mercado, lo que nos facilitaría mucho el acceso al mercado internacional», agrega el director del CEP XXI. 

La producción de hidrógeno demandará inversiones en generación de energía –aerogeneradores y paneles solares–, en infraestructura para almacenamiento de las emisiones para el caso del hidrógeno azul, en los electrolizadores –que hay de distintas tecnologías y prestaciones–, en infraestructura para su transporte y distribución, en redes de gas y puertos. «Son inversiones muy complejas y de largo plazo, pero considerando las inversiones en renovables y la tecnología de producción, podría pensarse en un volumen no menor a los
u$s 100.000 millones, lo que tendría un gran impacto en la demanda de bienes y servicios locales (particularmente si desarrollamos proveedores). El desafío está en poder calibrar los incentivos en función de generar el volumen de inversiones necesarias para generar esta oferta y también en la disponibilidad de financiamiento para este tipo de proyectos. Debe tenerse en cuenta que se trata de una producción totalmente capital-intensiva, de modo que el costo financiero de los proyectos será una variable clave», concluye Schteingart. ×

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