La última semana de Miguel Ángel Gutiérrrez grafica a la perfección cómo lo ecléctico y lo impredesible operan como motores en la agenda de cualquier empresario argentino. El presidente de YPF aterrizó en Buenos Aires el jueves 31 de mayo por la mañana desde París, donde participó de la reunión del grupo B20, que reúne a los principales empresarios de los países que integran el G20. Gutiérrez es el chair (líder) de la task-force de Energía. En ciudad de la luz discutió con colegas de todo el globo cómo avanzar hacia la descarbonización de la economía mundial. Una agenda con tópicos a largo plazo, como el desarrollo del gas como combustible de la transición hacia las energías limpias, la nueva economía circular y la sustentabilidad de los procesos de extracción petrolera. Ya en la Argentina, esa cartera de temas, de inmediato, se trastocó por completo. Casi en simultáneo a su aterrizaje en el aeropuerto de Ezeiza, el presidente Mauricio Macri vetaba la ley para retrotraer las tarifas de gas, agua y electricidad a los niveles de noviembre de 2017 que el Senado había aprobado el día anterior. La cuestión tarifaria es central para YPF en su condición de mayor productor de gas y de energía de la Argentina. Sin embargo, no fue la única novedad del día. Al contrario, la jornada recién arrancaba. Por la tarde, debió concurrir a una reunión convocada casi de urgencia por el ministro de Energía, Juan José Aranguren, para negociar un esquema que les permita a las empresas aumentar el precio de las naftas y gasoil tras la devaluación del peso (más de un 25% desde mediados de abril) y la escalada del precio internacional del petróleo. De proyectar los grandes lineamientos internacionales de la energía a futuro a bucear, sin escalas, las aguas turbinas de la Argentina post cimbronazo cambiario. La agenda de Gutiérrez requiere versatilidad, plasticidad y, sobre todo, adaptación. La entrevista con Revista TRAMA estaba pautada para el viernes 1 de junio en la torre de Puerto Madero, pero se reprogramó para tres días más tarde vía telefónica por el affaire‘combustibles’. Sólo una muestra de cuán difícil es en la Argentina superar lo urgente para hablar de lo importante. Y así y todo, es imprescindible.
Gutiérrez, un self-made businessman formado en el sector financiero, se introduce de lleno en la necesidad de poner foco en el mediano y largo plazo de la energía. Durante toda la entrevista pivotea sobre Vaca Muerta. No sólo con un enfoque energético vinculado a reducir y elminar importaciones de gas y combustibles. Su mirada trasciende lo energético para poner en valor el componente industrial. «Lo que todavía no entendemos (como sociedad) son las posibilidades que nos ofrece ser un país gasífero. Aún no estamos soñando como debíeramos con tener una matriz de generación de energía muy barata que abriría múltiples caminos industriales que otros países no tienen», enfatiza.
En las discusiones del B20 se instaló la idea de que en la Argentina hay distintas transiciones energéticas hacia un mundo de energías limpias. ¿Qué visión cree que debería tener el país frente a esta transición y cómo debería encararse?
Como punto de partida, cada gobierno nacional define su posicionamiento en el G20 de cara a la transición hacia las energías limpias. Estamos todos de acuerdo en que debemos ir a un mundo con emisión cero de gases contaminantes. El punto es cómo llegamos ahí, porque las matrices energéticas de los países son distintas. Lo que se propone, entonces, es tomar lo mejor que tiene cada una de esas regiones y transicionar hacia ese nuevo mundo descarbonizado. Desde el pequeño mundo que es nuestra región, tenemos claramente la posibilidad de transicionar con el gas natural. Esa ventaja representa un punto desde donde nos paramos firmemente. La Argentina tiene una matriz de las más limpias del mundo, tanto en hidrocarburos como renovables y la matriz gasífera, para la generación de energía eléctrica. El porcentaje del carbón en nuestra matriz es mínimo, el 1%. Esa situación no es la misma con relación a China, India y, aunque bajó mucho, Estados Unidos, que tienen una coyuntura que aún deben que transicionar. Los primeros combustibles que deberían ser eliminados son el carbón, claramente, por el impacto climático y por cómo afecta a la sustentabilidad del planeta. En segundo lugar, mucha gente hoy sigue cocinando o genera calor con biomasa. El gas también podría desplazar ese consumo del sistema.
Por eso digo que hay muchos pequeños pasos que podemos dar mientras el sector de renovables, de energías limpias, sigue creciendo, y ojalá esas curvas se crucen en el menor tiempo posible. Lo que no podemos hacer es no utilizar los mejores recursos que tiene cada país. Ésa fue la posición que transmitimos como región y desde la Argentina.
¿Cree que ya existe un consenso amplio en la Argentina, es decir, el Estado, las provincias y el sector privado en torno a lo que significa el gas como combustible de transición o todavía hay que trabajar en esto?
Está claro que el gas es ese combustible. Pero todavía no entendemos las posibilidades que nos ofrece ser un país gasífero. Todavía no estamos soñando como deberíamos en contar en el largo plazo con una matriz energética de generación muy barata, que abriría múltiples caminos industriales que otros países no tienen. Fijate, sólo cruzando la Cordillera, lo que paga Chile por el gas que importa. En Brasil, el industrial de San Pablo paga u$s 12 (por millón de BTU). Todavía no nos damos cuenta. Si nuestro mercado de equilibrio de gas a futuro, cuando realmente estemos en producción plena de Vaca Muerta, se estabiliza con precios de u$s 4,50 o 5, sería una ventaja muy importante. Súper importante, diría. Entonces, hay que atreverse a soñar en modelos industriales que aprovechen e industrialicen ese gas. Creo que esa oportunidad no está entendida en su real magnitud en nuestra sociedad. Ni la sociedad civil ni la empresaria terminan de ver la gran posibilidad que eso significa. Creo que nosotros como empresas tenemos que hacer más para en explicarlo mejor.
Recién destacaba la oportunidad que representa la industrialización del gas. Pienso, por ejemplo, en la petroquímica como agregador de valor. También en la generación termoeléctrica. ¿Cómo habría que difundir esa potencialidad que tiene aguas abajo el gas?
Creo que estas oportunidades se empezarán a ver de forma más nítida cuando podamos contratar a largo plazo. Cuando podamos mostrarles a los inversores que contratatamos en la Argentina a 10 ó 15 años la provisión de gas o de energía eléctrica a precios competitivos, automáticamente eso permitirá pensar en un business plan a largo plazo, en el desarrollo del negocio. Si lográramos eso, responderíamos dos preguntas claves: ¿vamos a tener energía? ¿Y a qué precio?
Claro, avanzar con la recontractualización entre productores de gas con distribuidoras e industrias…
Vamos a ir rápidamente a eso. No creo que estemos tan lejos de que ocurra. Siempre demanda tiempo recontractualizar un mercado, pero hemos avanzado mucho y estamos en firme camino para que eso suceda. Lo que uno ve es que falta oferta de gas en invierno. Pero hay temas de demanda, no sólo de infraestructura, que tenemos que resolver.
¿Dónde se colocará el gas incremental que se produzca localmente?
Dejá que el mercado lo resuelva.
¿Alcanza sólo con el sector privado?
No, pero puede haber una forma inteligente de gestionar el tema con el Estado. Podríamos pensar que de los picos se hace cargo el Estado y las empresas nos hacemos cargo del lineal de provisión anual. O dejá que los privados vayan al mercado, el Estado abriría la exportación y las empresas nos ocuparíamos de exportar, importar y cubrir el pico. De ese mix decantaría el precio que corresponda. Si exportamos en verano e importamos en invierno, surgiría un nuevo precio de equilibrio. Creo que el mercado puede resolver esos problemas. Hay múltiples formas de hacerlo, pero se debe dejar que el mercado lo haga. También el Estado puede resolver una parte del asunto. No hay una sola forma de resolución.
¿Se puede especificar en el tiempo cuánto durará la oportunidad del gas como combustible de la transición?
No sé si van a aparecer nuevas tecnologías, pero podemos pensar que es una oportunidad para los próximos 20, 30 ó 40 años.
¿Y cuándo el desarrollo del gas de Vaca Muerta estará respaldado por una masa crítica importante de proyectos?
Ya está creciendo fuerte. Conceptualmente uno podría pensar que en 5 ó 7 años deberíamos estar en una situación muy saludable. Ente los petroleros es muy poco tiempo. Hay gente que habla de 10 años, pero creo que vamos a ir más rápido de lo que pensamos.
París
El grupo de trabajo conocido como B20 (Business-20), por estar conformado por empresarios de los países que integran el G20, se reunió en París, en la sede de la OCDE, durante dos días (29 y 30 de mayo), en el último encuentro presencial de todo el grupo antes del summit que se hará los primeros días de octubre en Buenos Aires. Allí, los empresarios le entregarán un documento con propuestas a los presidentes de los 20 países más poderosos del mundo en la Cumbre que encabezará Mauricio Macri, a realizarse en Argentina en noviembre próximo.
Liderado este año por el empresario argentino Daniel Funes de Rioja, el B20 cuenta con la participación de unos 1.200 empresarios provenientes de los 20 miembros que conforman el G20.
¿Cuáles fueron los principales ejes que se trataton en la reunión en París?
Uno de los puntos centrales es la velocidad con la que se concretará la transición hacia un mundo descarbonizado. Porque obviamente en el grupo del B20 hay empresas de distinto tipo con realidades geográficas y económicas diferentes. Por ejemplo, el desarrollo de las renovables en Europa ha sido más importante. Y lógicamente las empresas del sector comercial de energías renovables quisieran ver que esa tendencia se extienda mucho más rápidamente. Son pujas normales. Al final del día, son grupos empresarios que están alrededor de una mesa conversando sobre estos temas. Pero vienen de realidades distintas. La posición que presenté en París es que hoy hay un liderazgo (en cabeza de la Argentina) desde un país emergente y de una región emergente. Por eso, las realidades pueden ser distintas y los períodos necesarios para poder aplicar algunas de estas recetas también pueden ser más largos. De nuevo quiero enfatizar: no estamos discutiendo el punto de llegada sino cómo llegamos y cuál es la forma más práctica. Tomo el ejemplo de África. El desarrollo de las renovables allí es absolutamente crítico por su extensión geográfica, la gente que vive en zonas rurales, etcétera. Ahora, también es cierto que hay grandes concentraciones urbanas. Para un país con grandes concentraciones urbanas como Nigeria, el gas debería ser el elemento de transición. La extensión de redes de gas para consumo domiciliario para un país que tiene gas debería ser una combinación de cosas: las renovables en zonas rurales y el gas en zonas urbanas. La transición hacia la descarbonización requiere una complementación.
No sé si van a aparecer nuevas tecnologías, pero podemos pensar que Vaca Muerta es una oportunidad para los próximos 20, 30 ó 40 años.
¿Qué lugar ocupa Vaca Muerta en ese análisis?
Veo a Vaca Muerta como una gran oportunidad para la Argentina. Ahí nos metemos en otro punto importante, que es la región o la subregión con Brasil, Argentina, Chile, eventualmente Paraguay, Uruguay. La integración energética pasa a ser un eslabón fundamental. La Argentina tiene gas, también petróleo, pero sobre todo gas. Brasil tiene petróleo y no tanto gas; Chile no tiene gas, por eso tiene que traer LNG en cargas desde dos terminales. Es decir, empieza a haber una oportunidad de trabajar la integración a nivel de la producción de gas, energía eléctrica, el proceso de petroquímica, la producción de urea y fertilizantes, la integración del Mercosur. Se puede exportar al mundo, hoy somos importadores, pero hay muchas cosas para hacer ahí. Tenemos que pensarlo desde el punto de vista de la integración industrial regional. La Argentina, con Vaca Muerta, tiene un impacto muy grande en esa discusión que, de a poco, tenemos que ir formalizando y poniendo en el tapete de los países y de la trama industrial y comercial del Mercosur.
Con relación a la conformación de un mercado regional, ¿cómo compara el momento de la Argentina en cuanto a la necesidad de animarse a pensar un poco más en grande?
Lo primero para poder animarse a creer que un desarrollo así es posible es que nosotros, los argentinos, entendamos lo que tenemos entre las manos. Una vez que eso suceda, podríamos armar una línea de grupos de acción, de políticas para trabajar esto. Por supuesto que tiene que haber un liderazgo, tanto público como privado. Desde YPF estamos tratando de generar en el sector privado ese liderazgo. Estamos en un momento adecuado para comenzar a tejer estos acuerdos. Creo que con Chile el gobierno lo ha hecho, es público y notorio. Lo tenemos que hacer con Brasil. Hay una oportunidad muy grande. Pero también, como te decía al principio de esta conversación, es clave que el empresariado argentino lo entienda y ellos mismos traccionen, porque al final del día el liderazgo que pone cada uno en su negocio es el que importa. Es el que puede hacer crecer su negocio localmente o puede integrarlo con otros países de la región. Debemos creer que en la Argentina va a ser posible discutir la disponibilidad de la energía a largo plazo y, también, que el precio de esa energía va a ser favorable.
Parece que lentamente el concepto de disponibilidad de gas comienza a instalarse en agenda, pero que la cuestión de precios aún no genera suficiente credibilidad. ¿Cómo se hace para transmitir confianza en ese plano?
La única forma es poner los contratos arriba de la mesa. Y también demostrar que somos capaces de firmar contratos a distintos precios. Tenemos que tratar de entrar en esa dinámica lo más rápido posible y, de vuelta, puede ser necesario un trabajo conjunto entre el Estado nacional, las empresas y, digamos, el sector específico, pero tenemos que animarnos porque ahí hay una gran oportunidad. Creo que son dos preguntas claves que se hace cualquier inversor que está pensando hoy en ampliar su planta, en poner una planta nueva o integrarse verticalmente en un negocio. ¿Vamos a tener energía a largo plazo? ¿Y a qué precio? Tenemos que animarnos porque el impacto en el desarrollo industrial del país y la región puede ser extraordinario. Tenemos que animarnos a soñar en esa dirección y dar los pozos para ir eliminando la incertidumbre.
Hay un concepto que se discute en el G20 y en el B20 vinculado a la economía circular. ¿Cómo se aplica en el negocio energético en general?
La economía circular es un concepto nuevo que, muchas veces, es distinto a lo que entiende la gente. A mi me gustó la definición que dio un colega en la reunión de París: la economía circular es aplicar un concepto distinto, sustentable, de bajo impacto, para toda la cadena de valor de cada uno de los negocios donde uno participa. Es pensar cómo gasto la energía, cómo envaso lo que vendo, si ese envase es retornable o no, y si retornable, de qué forma puedo generar una cadena de valor donde pueda insertar la cuestión del reciclaje, de la sustentabilidad, etcétera. Es decir, es buscarle, desde una óptica del negocio y desde el día uno en que empezamos a producir un bien o un servicio, una manera de generar valor haciéndonos responsables del impacto que generamos. ×
Tenemos que animarnos a recontractualizar el mercado energético a largo plazo porque el impacto en el desarrollo industrial del país y la región puede ser extraordinario.
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Excelente reportaje, que aborda todas las cuestiones fundamentales relativas al desarrollo de nuestro inmenso potencial gasífero. Como un pequeño aporte diría que, para exportar LNG, el precio boca de pozo en nuestro país debería mantenerse en Henry Hub-1, salvo para muy bajos valores de este que impidan continuar con su desarrollo, y mientras no se agoten los sweet spots.