La clase política –obligadamente por una cuestión de subsistencia–, deberá este año migrar a soluciones disruptivas que salgan del modelo extracionista de recursos del sector privado, para financiar el creciente gasto público, hacia un modelo diferente que aplique herramientas de estimulo de inversiones, que no sean meramente las del subsidio. Por ejemplo, la aplicación de escalas de desgravaciones a la mayor producción.
Existe consenso mayoritario en este sentido, ya que hemos fracasado reiteradas veces, pero ello no implica que todo fue en vano, ya que existe la correlación entre el fracaso en el pasado y eléxito en el futuro: «Lo que no me mata me hace más fuerte», según el filósofo alemán Friedrich Nietzsche.
Si bien hay consenso político para lograr un acuerdo destinado a hacer fuerte a las interacciones entre lo público, lo académico y lo privado, la construcción de confianza es un proceso lento y progresivo.
Y, aunque hay muchos casos de éxito que son el reflejo de un cambio de orden que se está gestando, eso no implica minimizar las concretas amenazas que nos persiguen a los industriales: falta de talento, sequia, inflación, tarifas, importaciones, pobreza, deuda, energía, entre otras.
Todo proceso industrial destinado a abastecer la demanda de consumo y bienestar se encuentra muy afectado negativamente, pero con una demanda sostenida de la producción destinada para el agro, la energía y el mercado externo. Y, aunque el sector industrial tiene diferentes realidades, todas están teñidas de negro por la falta de insumos importados.
Sin embargo, estoy convencido que este 2023 será el año de la gestación del cambio industrial, donde se comenzará a orientar a todo el sector para el abastecimiento de las cadenas de valor estratégicas; agro, alimentos y energía, en complementación a la castigada industria de consumo, que lidera a la hora de medir el empleo.
Si comparamos noviembre 2022 con octubre del mismo año, la industria automotriz produjo 52.415 unidades en 19 días laborables, lo que implica un alza de 1.8 por ciento. Pero, en lo que va del año, se produjeron 499.774 vehículos, es decir que se trata de un 26.6 % más que en 2021, siendo la cifra de exportaciones de aproximadamente 300mil unidades –entre enero y noviembre–, lo que implica un 25 % más que ese mismo año, según la Asociación de Fabricantes de Automotores argentinos.
En el 2023 tenemos, entonces, la oportunidad de fijar las condiciones para un despegue cuali cuantitativo de nuestra industria nacional en función de sus distintas realidades y competencias, para construir confianza a partir del cambio de orden. Es el desafío al que vamos a estar expuestos y, a partir de ello, las inversiones de nuestros ciudadanos y PyMEs nos sorprenderán gratamente.