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Ricardo Torres, presidente de Edenor
«Por la recesión, tenemos un agujero financiero de $ 7.000 millones»
Vie 2
agosto 2019
02 agosto 2019
El ejecutivo defiende el aumento de tarifas y afirma que el dinero está bien invertido, aunque reconoce que se debería haber explicado mejor. Más allá de la recomposición, se queja por el impacto en las cuentas que produce la caída de la demanda y reclama que se modifique el cuadro tarifario.
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Ricardo Torres fue uno de los tres mosqueteros que, allá por fines de 2005, figuraron como compradores del Frigorífico La Pampa, vieja cotizante que, además de un inmueble abandonado en La Boca, ofrecía como activo valioso un lugar en el panel de la Bolsa de Buenos Aires. Por cláusulas de no competencia –todavía era reciente su separación de Eduardo Elsztain–, Marcelo Mindlin no podía estar formalmente vinculado al proyecto, nacido como un negocio inmobiliario. Por eso, firmaron la adquisición su hermano Damián y dos de sus hombres de máxima confianza: Gustavo Mariani y Torres, quien había sido el responsable del desarrollo de nuevos negocios de IRSA.

Ricardo Torres, presidente de Edenor

Las cosas cambiaron rápido. Al poco tiempo, Pampa ya era Pampa Holding. Y había pagado u$s 6,36 millones por el 10% de Central Puerto y u$s 35,5 millones por las mendocinas Nihuiles y Diamante. Mindlin ya no dudaba en mostrarse al frente de su recargada flota. A inicios de 2012, Alejandro Macfarlane dejó la presidencia de Edenor, su buque insignia. Mindlin designó entonces a Torres, quien se aferró al timón durante la tormenta que, para el negocio de distribución eléctrica, significó el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner. Aunque desde 2015 las aguas estuvieron más calmas y se pudieron desplegar velas para recuperar tiempo con viento a favor, persisten nubes en el horizonte. Y se cierran, amenazantes, día a día, a medida que se profundiza la recesión. «Cuando se calcularon las tarifas, se hizo con la demanda de 2015, creciendo al 3% anual. Pero nuestra demanda cayó 10%. Tenemos un agujero financiero muy grande: nos desaparecieron como $ 7.000 millones», alerta Torres, en diálogo con TRAMA.

En 2017 y 2018, después de cerrada la Revisión Tarifaria Integral (RTI), invirtieron entre $ 16.000 y $ 17.000 millones en mejorar la red de distribución y adecuar la calidad del servicio. Después de dos años y medio, ¿cuál es su balance de ese proceso?

—El proceso de RTI fue bueno porque el Gobierno mostró que tenía el coraje de empezar a normalizar. Permitió, después de muchos años, que pudiéramos hacer planes, porque antes todo era muy a corto plazo: si había o no dinero, si lo prestaban o no. Hay que dimensionar la inversión que pudimos hacer. Hasta 2015, el problema de los cortes siempre estuvo más vinculado con una demanda que había crecido al 70% y la incapacidad de la red de acompañar ese incremento. Entonces, nosotros teníamos que alcanzar en la red ese nivel de demanda. Pasó, también, que la demanda dejó de crecer y nosotros invertimos mucho. Eso permitió que el proceso se acelerara. El resultado es que los cortes bajaron muchísimo. Hace rato que no son un tema. Sí lo son las tarifas. Pero no los cortes. Con lo cual, el resultado es muy bueno.

Dijo que la demanda se amesetó. ¿Cayó? ¿Cuánto?

—Estamos 10% abajo. Nos pegó muy fuerte. Hace que este año sea muy difícil. Cuando se calcularon las tarifas de Edenor, se lo hizo sobre la demanda de 2015, creciendo al 3% anual. Entonces, por esa brecha entre la tarifa teórica y la demanda real, tenemos un agujero financiero muy grande.

Pegó en la cantidad presupuestada de ventas.

—Exactamente. Y, como parte del Valor Agregado de Distribución (VAD), aunque sea un gasto fijo, está en un cargo variable; nos desaparecieron como $ 7.000 millones de ingresos.

¿Hay alguna herramienta regulatoria, al menos, para plantearlo?

—Yo lo planteo. El Gobierno tiene sus enormes limitaciones para aumentar tarifas. Son comprensibles. Son parte del riesgo empresario. Lo que creo que sería justo es lo siguiente: todos los años, la tarifa se ajusta 4 puntos menos que la inflación porque supone que, con el aumento de la demanda y la eficiencia, uno tiene que ser cada vez más barato. Lo que le pido al Gobierno es que reconsidere el tener que aplicar este descuento porque ocurrió al revés: la demanda cayó tanto que los gastos fijos subieron sobre la venta, pero no sé qué pasará.

¿Qué lectura hace de la caída del consumo? Si bien puede deberse a la recesión, también puede ser síntoma de un mejor uso de la energía.

—Hay un poco de todo. La mitad de ese 10% de caída es por recesión económica: industria, grandes consumidores, comercios. La otra parte puede ser por el hecho de que la gente se esté cuidando más. Y eso es bueno. En el caso residencial, también incide el clima. Hay inviernos súper livianos. La recesión es fuerte y creo que lo principal de la caída de demanda tiene que ver con la menor actividad económica. En residencial, puede llegar a haber un poco de cuidado del servicio. Es algo gradual, que se va produciendo en los últimos años. Para mí, es sano.

¿Por qué la sociedad resistió la suba de tarifas, más allá de lo económico?

—Una de las cosas que me gusta pensar es que lo que uno ve en los medios o en las redes sociales, en general, es un reflejo bastante minoritario. La morosidad no aumentó. Quiere decir que la mayoría de la gente lo entiende. Obviamente, con todos los problemas que hay en la economía.

También creo que el Gobierno y las empresas deberíamos haber explicado más. Explicar por qué y a dónde vamos. La gente pregunta: «¿A dónde va el dinero?». El 70%, a la generación de electricidad e impuestos; Edenor se queda con el 30%. Y con eso, en los últimos cinco años lo único que se hizo fue invertir y pagar salarios. No se llevó nada.

Cuando uno explica, la gente entiende. Si no, tenés el que dice: «Se la están llevando los amigos del Presidente». ¿Dónde? Yo no me llevé nada. Venimos de tener la tarifa más baja de América latina. Y, cuando se denuncian saltos de factura a $ 8.000, por ejemplo, son casos minoritarios, porque hacía meses que no se pagaba o porque en el domicilio se instaló un negocio y consume muchísima más energía. La sociedad entiende, es adulta. Mucho más de lo que muchas veces muestra el reflejo.

¿Son los medios de comunicación? ¿O también la política?

—También la política. Para algunos, es mejor tomar esos casos y decir: «Está todo mal, es un desastre». Pero la verdad es que no es así.

Sin embargo, las empresas aparecen como el malo de la película.

—Las compañías están haciendo lo que les corresponde: colaborar con el Gobierno con ideas, inversión, mejora en el servicio y volviéndose más accesibles para los clientes y el regulador. No somos el malo de la película. Estamos en el medio de una situación en la que, todavía, la mitad de la factura energética de una persona la sigue pagando el Estado.

¿Eso es lo más complejo? Porque con la devaluación se retrocedieron muchos casilleros.

—Por eso. Ahí es donde digo: «¿No habrá que comunicar mejor esto?». Porque todavía la mitad de la energía está subsidiada. Es mucho. Más la tarifa social. Así que estamos haciendo lo que hay que hacer. Las cosas no cambian en un año. No se puede tener frenada una industria 15 años y pretender actualizarla en dos. Lo que se hizo en cuanto a inversión en generación fue fantástico. La sociedad tiene que entender que el descontento por el aumento de tarifas está bien invertido.

Es difícil trazar un escenario porque hay demasiadas variables en juego, pero si se supone un 2020 de inflación alta con algún deslizamiento cambiario, ¿qué se podría hacer regulatoriamente para evitar la incertidumbre de saber si cada seis meses aumentan o no las tarifas?

—En distribución, deberíamos tender a que nuestros ingresos estén en el cargo fijo y que el variable sea la energía que consume el usuario. La realidad es que, en moneda constante, el cargo de Edenor no paró de bajar desde 2017 porque viene con una inflación seis meses atrasada y se ajusta 4 puntos porcentuales por debajo de esos precios. Pero, al mismo tiempo, el Gobierno aumentó más que la inflación el costo de la energía. Esto es como un flete, en el que traigo una mercadería que aumenta: el flete aumentó, pero también la mercadería. Yo soy el que te cobra las dos cosas.

¿Qué habría que cambiar para que los costos estén reflejados en el cargo fijo? ¿O se puede hacer con este marco normativo?

—Creo que en la próxima RTI se debería avanzar con otro cuadro tarifario, que tenga distinta distribución entre cargo variable y fijo. Ahora hay una oportunidad porque las concesionarias estamos pasando a Provincia y Ciudad. Seguramente será una mirada nueva. Habrá que ver para qué lado va.

¿Sería positivo repensar el cargo tarifario?

—Hay que repensar, primero, todo lo que es tarifa social, para usar mejor ese dinero del Gobierno entre la gente que realmente lo necesita y cuando realmente lo necesita. Ahí se está gastando mucho, pero no se siente tanto por temas de diseño. Estamos haciendo propuestas para mejorar ese uso.

El otro tema que para nosotros es muy malo en el cuadro tarifario, que viene de 2008 pero que nunca se cambió, son los saldos. Si consumís 500 Kwh pagás equis, pero si consumís 510, te pasás de categoría y la factura salta 30%. Es muy difícil para el cliente entender eso. Es algo que se debe revisar. 

También creemos que se debe avanzar con la digitalización. No es posible que aún no podamos mandar la factura por mail. Por ejemplo, recientemente nos multaron con $ 5 millones por no tener un listado en papel con los saldos a favor de los clientes en las oficinas comerciales. Hoy uno entra en la aplicación y lo sabe, cualquiera lo tiene en una computadora.

¿Eso de quién depende?

—El ENRE es quien pone las reglas. No cuesta nada el cambio. Es voluntad de trabajar para la mejora y no tener fantasías. Las reglas vienen de los 80 y los 90. Otro ejemplo: nos multan por la cantidad de escritorios y mostradores que tenemos en las oficinas comerciales. Y hay miles de formas de atención electrónica. Tenemos seis minutos de atención por cliente. Y nos multan igual.

¿Cómo se podría mejorar la tarifa social?

—La tarifa social gasta el 70% del dinero en regalarle $ 300 de energía eléctrica al cliente. Creo que, hoy, todo el mundo puede pagar $ 300. Pero en invierno los que no tienen red de gas deberían recibir mucho más que $ 300 porque gastan mucho más en calefaccionar. Eso se puede hacer. Tardaremos 60 o 90 días para reprogramar. Pero se puede hacer. Hoy tenemos mucha información de cada cliente: dónde vive, qué consume, qué servicios públicos tiene. Hay ideas y el Gobierno fue receptivo. Las quiere analizar. Veremos.

¿Le preocupa el traspaso de la concesión de Nación a Provincia y Ciudad? Según gente del ENRE, regulatoriamente no será algo tan sencillo. Podría quedar a mitad de camino, desde un punto de vista de reglamentación técnica.

—Sería una lástima. Hoy estamos medio en el limbo. No sabemos bien de quién dependemos. Creo que no era algo que había que hacer sí o sí. Pero la política decidió hacerlo y puede ser una oportunidad de mejora. Con gobiernos que están más cerca de los vecinos, podremos trabajar mejor algunos temas. Ya está hecho y lo veremos como una oportunidad, pero hay que hacerlo bien. Es cierto que hay como un miedo porque después empiezan las elecciones y todo se para. Es una lástima. Creo que hay que aprovechar la oportunidad y hacerlo.

¿Qué cambios se pueden esperar para 2020?

—Las distribuidoras son animales gigantescos y poco ágiles. Es difícil pensar en grandes cambios de acá a 2020. No habrá un montón de autos eléctricos ni la gente llenará los techos de paneles solares. Veremos una continua mejoría. Espero que baje la inflación; entonces, todo el asunto tarifario dejará de ser un tema tan doloroso para la gente, incluso cuando la tarifa eléctrica es la más barata de todo el paquete que llega.

Estamos avanzando en proyectos que los clientes verán cada vez más, como mejor información electrónica y sobre el servicio, que puedan interactuar con nosotros telefónicamente sin tener que venir a la oficina comercial. Y también estamos avanzando mucho en inteligencia artificial. Implementamos un sistema que, con una efectividad del 90%, nos dice dónde se romperán las redes en los próximos 60 a 90 días. Estamos empezando a llegar antes de que se produzca el problema. Eso debería tender, en los años que vienen, a una reducción enorme en el tiempo de corte porque, una vez que se sabe dónde, se puede reparar ese sector sin que haya un corte de luz para mucha gente. Esto es más fácil de implementar.

¿Cómo funciona eso?

—Se cargan miles de datos en una computadora, que procesa variables y las relaciona con las roturas. Por ejemplo, antigüedad del equipo, la carga que pasó por ahí durante todo el tiempo, la cantidad de veces que se arregló o cuántos clientes tiene colgados. Y encuentra factores comunes. Con toda la información de 2017, uno ve qué hubiera pasado en 2018 y se da cuenta de que, en el 90% de los casos, acertó. Además, es un software que aprende. Estamos trabajando en este tipo de inteligencia y en otra, para detectar fraude o para mejorar la experiencia de cobro. ×

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  1. Por favor tomen en cuenta el uso de tecnologías LED y equipos de mayor eficiencia energética sino las cosas no son muy claras e estadísticas, cambio de paradigma, de todos modos la gente cuida más la energía por el cambio climático

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