En el Día Internacional de la Mujer, cuatro historias de mujeres líderes, cuatro testimonios de trabajadoras del sector minero que cuentan sus experiencias en el territorio. ¿El objetivo? Visibilizar lo hecho y lo que queda por hacer en términos de perspectiva de género, redibujar el mapa para que la transformación sea posible en una de las industrias más históricamente naturalizada como masculina.
Se trata de escarbar más profundo en la piedra, para que más mujeres ocupen puestos de liderazgo, para que las trabajadoras que pasan días y noches en las minas no se atormenten al pensar que cuando vuelvan a casa tendrán que hacer todas las tareas domésticas que no se hicieron, para que no las perturbe la culpa por no poder asistir a un acto escolar de su hijo.
Se trata también, de identificar las normas de masculinidad que se imponen en las minas para que el hombre que trabaja durante horas en el polvo pueda usar una crema tranquilo, sin pensar que en ese acto radica la pérdida inevitable del mandato de hombría y fortaleza representado en la mano más cortada y reseca.
A fin de cuentas, se trata de reflexionar acerca de la normalización de los roles de género (el femenino y el masculino) en todas las esferas de la vida en general y en la industria minera en particular, para abrir la puerta a otras realidades posibles.
Mariela Martínez
Mariela Luisa Martínez estaba en Tolar Grande, su localidad natal en la Puna, cuando pensó qué servicio podría prestar ella, como emprendedora, al proyecto minero que se estaba desarrollando en las cercanías. “No sabía que ofrecer y se me ocurrió el servicio de lavandería porque era seguro que alguien tenía que ocuparse de lavar la ropa”, remarca. Mariela no tenía siquiera contacto directo con la empresa pero llegó en el momento adecuado: “Se estaban licitando servicios y un amigo me puso en contacto con una empresa de catering que finalmente ganó la licitación. Entonces me dieron un lavarropas para que pudiera hacer trabajos de lavandería de su mano”.
Mariela firmó un convenio con la empresa de catering aportando un plus a la compañía gastronómica local para obtener la adjudicación y garantizar su propio emprendimiento. Y fue así como empezó a participar de eventos y reuniones que la acercaron cada vez más al mundo de la minería. Hoy es la presidenta de Caprosemitp, la Cámara de Proveedores de Servicios Mineros y Turísticos de la Puna Argentina y se trata de la primera mujer que dirige una Cámara de servicios mineros integrada por miembros de los pueblos originarios de la región.
El principal objetivo de la Cámara, conformada por 35 empresas con sede en Salta, consiste en promover la contratación de mano de obra y servicios locales por parte de las empresas operadoras debido a que muchas veces se contratan compañías exteriores para brindar los servicios más importantes y solo se delega a las empresas de la Puna aquello que no es tan estratégico como el catering o la limpieza.
“Si bien es cierto que en la región no abunda la preparación en términos de estudio, existe un prejuicio por el cual se cree que, si sos de la Puna, no estás capacitado para brindar el servicio, no cumplís con los estándares de calidad, no tenés la documentación al día, etc. Aun así -marginados-, demostramos que podemos brindar servicios de excelencia y hemos ganado a pulmón el lugar que hoy ocupamos”, cuenta Mariela.
A través del diálogo con la Secretaría de Minería de las provincias, la presidenta de la Cámara entabla comunicaciones con las operadoras para resaltar que las empresas locales pueden ofrecer perfectamente servicios más complejos y estratégicos. “Queremos ser escuchados y ayudar a la gente que está emprendiendo. Cuando yo me sume a la Cámara no tenía nada, solo la idea de emprender. Hay que aprender y capacitar y personalmente me alegra mucho poder hacer hoy lo que en su momento hicieron conmigo”, concluye Mariela.
Sabrina Arce
Sabrina Arce comenzó su carrera profesional como pasante en Holcim S.A., una empresa del rubro minero. En 2018 ingresó a la compañía Mina Pirquitas por medio de un programa de jóvenes profesionales y en la actualidad ocupa el cargo de Planificadora de Mantenimiento de Planta. “La empresa quería sumar una mujer al área de mantenimiento preventivo porque, si bien no se va al equipo directamente, hay que pensar, planificar y realizar análisis previos para justificar la decisión de llevar adelante cualquier acción”, expresó Sabrina y agregó que “en este sentido las mujeres somos más detallistas y hay una perspectiva más amplia a la hora de pensar”.
Sabrina es ingeniera industrial y dirige el área de mantenimiento conformada por 40 hombres. Sin negar que es buena señal, en tanto se tomó la decisión de posicionarla al frente de un equipo de varones, la directiva asegura que la transformación y el aprendizaje social es un proceso que lleva tiempo: “En el norte el mandato de ser madre y estar en la casa pesa mucho y fácilmente aparece la molestia y los discursos negativos. Porque soy mujer, soy joven, cuento con menos experiencia en mina y vengo a decir lo que hay que hacer”.
Rosana Calpanchai
Distinto es el caso de Rosana Calpanchai, asistente de Relaciones con la comunidad en Minera Exar. La docente de Ciencia Política representó durante cuatro años a su Comunidad Aborigen de Puesto Sey perteneciente al pueblo de Atacama y se convirtió en una referente local de las comunidades en temas sociales y proyectos mineros.
“En mi caso observo muchas mujeres trabajando tanto en la parte administrativa como en la operativa y siempre que se busca gente para cubrir determinado puesto hay un cupo para mujeres y se elige de acuerdo al perfil. Por ejemplo, en el área de medioambiente lidera una mujer y en finanzas hay un 80 por ciento de personal femenino”, sostiene Rosana.
Gabriela Maceira
Gabriela Maceira, gerenta de Sostenibilidad Social de Pan American Silver, afirma que el diferencial que aporta el liderazgo femenino reside en la empatía que se genera con las otras mujeres de la comunidad: “Las mujeres tienen un peso muy importante porque son motor y aglutinante de un montón de actividades y lugares como la escuela, los hogares o las actividades deportivas con el fin de abrir un espacio para sus hijos o de conseguir algún recurso extra o indispensable. Entonces es imposible no empatizar con lo que la otra vive y ese el primer nexo que te abre la puerta”.
En rigor, la génesis del vínculo entre mujeres es más social y emocional y el empalme con el proyecto productivo se presenta cuando ese desarrollo contribuye a mejorar la calidad de vida de las personas. Entendiendo el devenir de la vida cotidiana y la puesta en marcha de procesos productivos como instancias inseparables a la hora de pensar la actividad minera, Gabriela señaló que “primero hay que conocer la historia de cada una de las personas y recién ahí brindar la información del proyecto, los análisis y los datos y ocurre que todo lo que era estadística se materializa en un nombre y apellido, en una familia. Así empalma la propuesta de la empresa con la realidad de la comunidad”.
En cuanto a la necesidad de hablar de los derechos de las mujeres Gabriela sostuvo que “hay una construcción social y un mandato histórico por el que nosotras somos responsables de un paquete de cosas y el varón ayuda. Hemos empezado a hablar de la corresponsabilidad, pero si bien hay muchos varones que han cambiado su forma de pensar, es un largo camino. Además, las mujeres debemos cambiar también el paradigma de exigencias”, concluyó.
La minería, las comunidades y un debate superficial
Mucho se ha dicho sobre la minería y sus implicancias, algunas veces abordando el tema con la intención de dar cuenta de la complejidad que supone y otras llevando la discusión a la reducción maniquea que se suele expresar en las consignas “minería sí” o “minería no”. Para aclarar el panorama y ampliar las fronteras del debate, las entrevistadas, referentes del sector, opinaron al respecto.
Gabriela Maceira asegura que se siente totalmente interpelada: “Me duele el matiz del debate porque para quienes somos parte de la industria es ofensivo. Se discute la legalidad de la minería y no se asume que es la madre industria, que está en todos lados. Tampoco se considera el empleo que genera la minería y la potencialidad de desarrollo que habilita. Aun así, hay que admitir que la industria tiene algo de responsabilidad por ser demasiado silenciosa. Debemos hacernos visibles como actores de la industria porque muchas veces se protesta de buena fe pero se desconoce la realidad de este lado”.
Rosana Calpanchai agregó que “la actividad minera esta mitificada y no tenemos en cuenta que tiene un derrame grandísimo para el Estado y para las comunidades. Hay que conocer el trasfondo para entender la importancia”.
En la misma línea, Sabrina Arce indicó que “no es minería sí o minería no sino más bien desarrollo sí o desarrollo no, porque la actividad minera impacta en muchos otros ámbitos”.
Cuando Mariela Martínez asumió la presidencia de Caprosemitp notó que la comunidad interponía barreras ante los proyectos de minería, pero la situación cambió a partir del diálogo y de asumir la importancia de la actividad minera en la Puna, en tanto constituye el principal ingreso de una región marcada por el desempleo. “Vimos el malestar de comunidades que no están vinculadas estrechamente a la minería y salieron a protestar. Es gente que toma el lugar del verdadero lugareño y justamente por eso hay que abordar el problema desde una perspectiva más amplia”, remarcó la presidenta de la Cámara.