EL CHALET DE LA CALLE ZENTENO está casi oculto en Barrio Parque. Fachada blanca de dos plantas. Cuatro ventanas, simétricas, alrededor de la puerta. Una buhardilla, en el centro, corona el tejado negro. La propiedad pasa inadvertida, en ese tranquilo y silencioso refugio de Buenos Aires. Pero, en su interior, se escribió mucha historia. El complejo entramado legal de la industria de las telecomunicaciones tomó forma en sus habitaciones, cuando, hace poco menos de dos décadas, tuvo sede allí uno de los estudios jurídicos más especializados de ese sector. Sus paredes, también, supieron albergar las primeras oficinas de Ideas del Sur, la productora con la que Marcelo Tinelli empezó a bailar por su propio sueño. Sin embargo, desde hace un par de años son otras las empresas y sociedades que tienen su domicilio legal en ese lugar. Todos, caminos que conducen no a Roma sino a Disvol, la inversora energética que tiene a Alejandro Macfarlane como frontman.
Ex director de YPF y CEO de Edenor, Macfarlane fue titular de Edelap, la distribuidora eléctrica de La Plata, hasta marzo de este año, cuando le vendió la compañía –junto con EdeA (Costa Atlántica)– a Desarrollos Energéticos (DESA), el fondo que lidera Rogelio Pagano (ex CEO de Edenor). La transacción estuvo valuada en más de u$s 250 millones y, con una parte de ese capital, un par de meses después, Disvol se hizo con el control de Camuzzi Gas Pampeana y Camuzzi Sur, distribuidoras de gas que consolidan una cartera de 2 millones de clientes. Macfarlane ya había ingresado al capital de Camuzzi en 2013, tras adquirir la tenencia que pertenecía a la estadounidense Sempra Energy. Por el take over, habría desembolsado cerca de u$s 40 millones.
«Más que el negocio del gas, me interesó Camuzzi», responde, acerca de qué fue lo que lo tentó de la operación. De 51 años, su cabello está más opaco; ya no luce el tono rojizo de antaño. Usa barba candado y viste camisa celeste, sin corbata, combinada con un saco azul. Sus dedos rubicundos juguetean con un bolígrafo azul, que eventualmente usa para reforzar alguna respuesta con un gráfico sobre un block rayado, de páginas amarillas. «Es una compañía que tiene unas posibilidades enormes de crecimiento. Nuestro desafío en los próximos años es quitarle a la garrafa alrededor de 400.000 clientes. Hoy, la distribuidora tiene el 43% del territorio nacional. Pero hay gente que no es cliente porque, incluso, pasando por la puerta, la red está saturada dadido a los caños están saturados. Por eso, tenemos que hacer una gran inversión. En los primeros dos o tres años, se van a incorporar a la mayoría de esas 400.000 personas», explica a Revista TRAMA.
¿Cómo está la compañía, teniendo en cuenta la doble imposición del IVA, que estructuralmente le pega?
Estamos trabajando para resolverlo. Seguramente, dentro de la ley de reforma tributaria o del presupuesto se contemple. En algún lado va a tener que resolverse, porque nos dan el subsidio sin el IVA, y al productor tenemos que pagarle el gas con el IVA. Es un problema de un tramo pequeño de Pampeana y de todo Gas del Sur. Un cliente, por ejemplo, paga el 30% de lo que consume, y el resto se lo subsidia el Estado. Antes del aumento de 2013, esto era 50/50. Después, nosotros compramos el 30% del gas con IVA y recibimos el otro 70%, el subsidiado, sin IVA. La compañía queda muy descalzada.
¿Está en esta situación desde hace dos años?
Estamos en esta situación desde siempre. Lo que pasa es que, antes, el precio era muy barato. No incidía. Ahora, cada vez que aumenta el gas, el IVA es mayor. Tenemos un problema de stock de todo este tiempo y, hacia adelante, un problema de flujo.
¿El Gobierno tiene la intención de resolverlo con la reforma fiscal?
Bueno… Si no se resuelve, no tiene mucho sentido el negocio. No es que me tienen que hacer un favor. Es normalizar la ecuación. Se trata de una discriminación con cualquiera de las otras ocho distribuidoras. Lo tienen que arreglar. Es imposible correr una compañía que pierde dinero todos los meses. Antes se resolvía todo con el esquema de ayudas transitorias: te daban dinero y todo seguía. Ahora hay un montón de cosas positivas para hacer. Una compañía con 2 millones o con 2,5 millones de clientes vale un número completamente distinto. Creo que las dos veces que compré, lo hice a buenos precios. Actualmente existe la oportunidad de incorporar 500.000 clientes más, de poner la empresa en funcionamiento; se hizo una revisión tarifaria integral (RTI), se cobró el primer tramo del aumento, se cobrará el segundo ahora, en diciembre…
El take over de Camuzzi fue en mayo. ¿Por dónde pasó el trabajo inicial?
Cambiamos toda la gerencia. El equipo que conduce la compañía es nuevo (María Tettamanti, ex directora comercial de Metrogas, asumió como gerenta general). También trajimos gente muy buena de procesos y sistemas, tema que era una antigüedad. Estamos tirando abajo la sede de Puerto Madero; va a ser una oficina totalmente abierta. Vamos a llevar este concepto de la modernidad al punto de vista de la eficiencia, los sistemas, la modalidad del trabajo. Y, desde la operación, vamos a poner mucho esfuerzo en la seguridad.
Está muy encima del management?
Armé el equipo y trabaja con total independencia. Yo participo en algunas reuniones. Hablamos. Pero no me meto. Como hice ese trabajo, no es bueno que un accionista se meta todo el tiempo.
Después de 2014, 2015 y 2016, no se pudo pagar la totalidad de las facturas, por los temas judiciales y el congelamiento tarifario. ¿Ése es un tema? La deuda es de $3.000 millones con todas las productoras.
En Camuzzi Gas Pampeana, resolvimos el problema con todos, menos con YPF y con Enarsa. Estamos conversando para resolverlo. En Gas del Sur, cuando se solucione el tema del que hablábamos antes (el IVA). Tenemos que ver el reconomiento del stock total de esta deuda porque no hay un peso.
¿Cómo se financiarán las inversiones?
Tendremos que buscar financiamiento. También vamos a financiarnos con la misma tarifa y con la línea de crédito propia que vayamos encontrando. El plan es de $7.000 millones a cinco años, a partir de abril. Ya empezamos adentro y este año compramos materiales. Tenemos que licitar obras en 2018 por casi $ 2.000 millones. Hay todo un trabajo grande, previo, con contratistas para que poder salir a licitar, tramitar los permisos para pasar por debajo de los campos, preparar pliegos… En diciembre empezamos las primeras obras, y a full estaremos en marzo.
MIRADA AMPLIA
Suena su iPhone. Vibra y se escucha el ringtone de Personal, operadora de telefonía celular de Telecom Argentina, empresa en cuyo directorio también se sienta Macfarlane. «Hay alguien que está con una ansiedad fuerte», ironiza él, antes de digitar una respuesta rápida. «Vamos a hacer mucha capacitación. Incluso nosotros, como compañía, tendremos que trabajar bastante en la supervisión de las obras», retoma. Reconoce que, con las obras de infraestructura que, en general, se pondrán en marcha en el país, conseguir contratistas –en calidad y cantidad– puede ser un problema. «Hay un cuello de botella», desliza.
Compara con su pasado inmediato: el negocio eléctrico. «Hay un problema que veo en estos últimos años. El clima cambió en esta parte del mundo. En nuestra zona, por ejemplo (la provincia de Buenos Aires), las redes eléctricas están sostenidas sobre postes de madera. Un viento fuerte o una gran tormenta pueden ser anuales, como las que tuvimos el año pasado en Mar del Plata y en La Plata. Pude mirar desde un helicóptero cómo había pasado la tormenta y había tirado todo: carteles, postes, árboles… En ese momento, no podíamos levantar el servicio porque, por ejemplo, había una calle de tierra y se estaba trabajando. Pero no podíamos pasar para volver a poner los postes. Incluso, hubo un fiscal que nos culpó de los delitos que se cometieron durante el corte de electricidad».
¿Esto incidió en su decisión de salir del negocio eléctrico?
No. Bueno… Creo que el sector eléctrico va a tener que hacer inversiones muy grandes. Habrá un paradigma distinto. Vuelvo al tema: ¿puede pasar que haya un verano con 15 días sin luz en una ciudad porque pasó un ciclón y no se pudo resolver? A ver… Esto se arregla. Hay que poner doble hormigón, doble ensamblado, tendido subterráneo… Un montón de cosas. Lo que digo es que, en este tema, hay una alerta para prestar atención. Hay que tener en cuenta que el cambio climático va a estresar las redes de electricidad.
¿Cómo analiza los dos años de gestión energética del Gobierno?
Esto tiene una dinámica increíble. Si sigue ocurriendo lo que pasa con las energías renovables, no sé cómo terminará el mundo del petróleo. Hace dos años, teníamos contratos de energía eólica a u$s 120. En la última ronda, los precios fueron de u$s 40 y, en México, el mismo día, fueron a u$s 20.
¿Cuál es la ecuación económica?
Que el dinero vale muy poco en México, y acá, más. A partir de esos u$s 40, es un 9% porque pusiste la plata muy barata. Entonces, la Argentina, hoy, en este sector, tuvo un montón de inversores que compitieron de una manera absolutamente transparente y fue uno de los grandes éxitos del Gobierno de Macri. Va a incorporar megas en donde el cuello de botella pasa al transporte. Pero, por este lado, va a tener resuelto gran parte del problema de generación de energía.
Hay muchos proyectos en renovables de gente que ganó, y le adjudicaron en el RenovAr ronda 1 o 1.5, y que trata de vender porque no le cierran los números.
Pero habrá gente que los comprará.
Si le ofrecen un proyecto con 9% de retorno, ¿lo mira?
No estoy mirando el negocio de energías renovables porque no me atrae. Pero todos pusimos para las garantías; tendrá un costo el que salga.
¿Y cómo ve la gestión, más allá de renovables?
Era un lugar de desorden o falta de planificación. Las cosas demoraron más tiempo que lo debido. Pero, evidentemente, hacen una gestión, que es la que pide el presidente. Va a un paso: al que se puede. Creo que al Ministerio le gustaría hacerlo mucho más rápido. La realidad es la que es, y las cosas se van resolviendo de manera correcta. A veces uno puede pensar diferente, ver una cosa distinta. Pero la evaluación general es buena.
¿El Ministerio de Energía trata a YPF como un operador más, tal cual suele decir Juan José Aranguren?
Sí. Creo que Aranguren se mete bastante poco en la empresa, a pesar de que el Estado tiene el 51% de las acciones.
¿Debería meterse más?
Es el principal accionista. Yo creo que la política energética la dicta el ministerio, no YPF. Es una línea un poco delicada. Porque uno tiene el 49% de la compañía pública, en el mercado, y hay que mantener eso funcionando bien. Tal vez, podría ser un poco más amalgamado. En el buen sentido, no perjudicando a un accionista minoritario, sino haciendo las cosas más razonables. Las teorías que quieren aplicar (y están aplicando) son truncas. Son compartimentos estancos.
¿Cómo ve al presidente, que en su momento se metió bastante en el tema energético?
Lo sigue. Lo sigue mucho al ministro y confía mucho en él.
¿Qué evaluación hace de la macroeconomía, en general?
Soy muy optimista. El Gobierno tiene un plan súper ambicioso de PPP (Proyectos Público-Privados). Si es exitoso, generará empleo y traccionará fuerte. Habría que bajar los costos en toda la existencia de infraestructura nueva. Me parece que, por delante, queda todavía tener un plan económico. El endeudamiento, que es lo que caracteriza al ciclo, como sistema, no es sostenible en el tiempo. En dos o tres años, este tema no puede continuar a este ritmo. Es el ritmo que puede llevar el Gobierno en esta etapa de gradualismo, en términos de políticas sociales y en cómo lleva el gasto público.
¿Le parece que la inflación está domesticada?
Es parte del mismo problema. Se resolverá cuando haya más inversión, más empleo. Cuando se crezca. Si las cosas siguen siendo así, creo que estaremos bien. Tengo mucha confianza de que eso suceda. Pero, si uno quiere vivir con un déficit del 5%, en algún momento se va a pegar. Va a pegar el financiamiento porque el mundo va a cambiar. O tendrá un déficit por encima de la línea, que se lleve puesto cualquier plan que se quiera hacer. Esto es un paliativo. Maastricht habla de un déficit de 3%. Nosotros tenemos que estar por debajo de eso. Hay economistas que dicen que el gradualismo está reventando las compañías. El esfuerzo es de todos. Sería ridículo poner un 70% de Ganancias o quitar planes sociales. Los dos extremos son ridículos; ninguno soluciona nada. Al contrario. Este camino es más lento, más difícil y más engorroso. Y tiene una válvula de ajuste, que es el financiamiento. Esto es parte de un ciclo, no es el ciclo. Si el ciclo fuera tomar u$s 40.000 millones por año durante los próximos 10, estaríamos mal.
El Gobierno parece ser consciente de esto. Pero se le complica contener el gasto mucho más de lo que esperaba.
Por eso, no sé si el tema está en reducir el gasto. Lo que hay que hacer es que el país, la economía, crezca. En el mar, por ejemplo, la Argentina tiene recursos equivalentes a tres Vaca Muerta.
¿Cómo ve las reformas laboral e impositiva?
Bien. Desde el punto de vista fiscal, tienen un impacto importante. En 2018, son $80.000 millones y $120.000 millones en 2019. Es el comienzo. No creo que sea el final. Es parte del ciclo. Si no lo vemos así, la evaluación es muy complicada. Hay que mirar la foto a seis u ocho años, no a dos.
¿Hay algo que alivie la ecuación de su negocio para Camuzzi?
El impacto de la reforma fiscal, en este negocio, no es significativo. Es bueno para la Argentina porque va a haber más actividad. Sobre la laboral, todavía, no tenemos la evaluación de los costos. Para nosotros, la mano de obra es importante. Tenemos 1.900 personas. Pero hay que sumar a los contratistas. Un montón de personas trabajan para Camuzzi. Evidentemente, si las reformas hacen que seamos más eficientes, nos va a mejorar.
Volvemos al negocio: a principios de año miró downstream. Ahora está el proceso de venta de MetroGas. ¿La va a mirar?
Seguramente. Vamos a mirar ese activo. Regulatoriamente, no tenemos impedimento con Camuzzi. ×