Anylink, prestadora de servicios satelitales
Los que comunican a Vaca Muerta con el mundo
22 de noviembre
2018
22 noviembre 2018
Capaz de garantizar conectividad en los lugares más recónditos, Anylink provee servicios de comunicación satelital a las petroleras. Según su presidente, Antonio Corrarello, la cobertura brindada en labores de exploración y tareas correctivas permite ver en tiempo real todas las variables de telemedición de un pozo.
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Por Pablo Galand

trama«En toda crisis hay una oportunidad», dice un proverbio chino. Antonio Corrarello, presidente de Anylink Argentina, lo tiene muy claro. Corría octubre de 2001 y el país atravesaba uno de los momentos económicos más difíciles de su historia. Corrarello, que no contaba con teléfono fijo en su casa de Ezeiza, resultó elegido por una empresa como «tester» para la instalación de una antena satelital que le permitiera comunicarse a través de esa vía. «Me pareció una excelente idea porque intuía que había un montón de gente que, al igual que yo, podía necesitar ese tipo de servicio. Empecé a indagar un poco en el tema y con un socio creamos una empresa de comunicaciones satelitales», cuenta.

La grave crisis que padecía la Argentina no los amedrentó. «En aquellas ocasiones en las que los grandes inversores internacionales se echan para atrás, los más pequeños tienen la oportunidad de posicionarse», señala a la hora de explicar su punto de partida.

En la actualidad, Anylink es una empresa de comunicación satelital que puede garantizar conectividad en los lugares más recónditos. «Ofrecemos una solución que no pueden prestar las comunicaciones convencionales. Brindamos, por ejemplo, servicio de banda ancha y telefonía celular a las petroleras que operan en lugares tan inhóspitos como Rincón de los Sauces o Vaca Muerta», grafica.

Desde hace una década, la compañía se expandió hacia Chile y Perú, además de ampliar su campo de acción a propuestas tan diversas como la conexión de trenes de montaña o la industria salmonífera. En la Argentina, precisa Corrarello, el foco está fundamentalmente puesto en el petróleo y el gas. «Brindamos toda la conectividad que requiere la exploración y la tarea correctiva en los pozos. Instalamos antenas que llegan desarmadas hasta el lugar de operación. Allí, un técnico especializado se encarga de armarla, de apuntarla hacia el satélite y de dejarla conectada. Es una tarea que no dura más de medio día. De esa manera puede verse en tiempo real todo lo que es la telemedición de un pozo: presión, caudal, producción, etc. Todo abastecido por el servicio de conectividad que da ese satélite», resume.

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Otra prestación ofrecida por Anylink es el servicio de cámaras de seguridad y la interconexión de los operarios. «Nos pasa mucho que en lugares de explotación de Oil & Gas nos piden lo que va a ser la conexión corporativa para recabar datos y mandar mails, por un lado, y el entrenamiento para que la gente esté ocupada en los ratos de ocio, por otro. Tuboscope es el típico cliente nuestro. Tiene unas 20 estaciones satelitales, en las diferentes bases de Comodoro Rivadavia y Neuquén. Se les encargan trabajos a ellos y nosotros les proveemos el servicio de telecomunicaciones vía satélite», puntualiza.

Espíritu emprendedor

Para establecer con eficacia la comunicación en lugares recónditos, Anylink trabaja con tres satélites que poseen diferentes características y son utilizados de acuerdo con las necesidades de los clientes. «Uno es de órbita baja, a unos 600 kilómetros de altura, el cual gira a una velocidad superior a la de la Tierra», destaca Corrarello.

Estos satélites, explica, sacan fotografías o tienen censores que analizan la temperatura terrestre y proveen información meteorológica. «Por lo tanto, van obteniendo datos mientras pasan por un determinado lugar. Es decir que en el momentito que pasó por la Argentina relevó datos y siguió su curso», apunta.

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El satélite de órbita media, en tanto, está a unos 1.500 ó 2.000 kilómetros de altura. «Las redes de GPS toman datos de este tipo de satélites», resalta.

El tercero, añade, es geoestacionario y se encuentra a 36.000 kilómetros de la superficie terrestre, distancia que le permite gastar la mínima energía posible sin perder la referencia del planeta. «Gira a la misma velocidad que la Tierra. En consecuencia, está siempre en el mismo lugar con respecto a ella, sin que la fuerza gravitacional lo tire», especifica.

El espíritu emprendedor de Corrarello y las ventajas que ofrece la comunicación satelital empujaron a su compañía a brindar sus servicios más allá de la Argentina. «Es así como, a partir de la unión con la empresa Velcomet, Anylink pasó a operar también en Chile y Perú. El servicio que brindamos en esos países es exactamente el mismo que el de aquí, pero está enfocado a otras actividades y evidencia la versatilidad con la que cuenta este tipo de conectividad», asevera.

¿Qué negocios puntuales son los que están desarrollando en Perú?, preguntamos a Corrarello.

Ahora estamos enfocados en los trenes turísticos y en la conexión de celdas celulares. En el primer caso, la empresa que tiene la concesión del tren que une Cuzco con Machu Picchu nos pidió que los pasajeros puedan tener conectividad mientras realizan el recorrido.

De la manera tradicional es imposible lograr eso, porque se trata de una zona entre montañas. Entonces instalamos en los trenes unas antenas satelitales móviles que se conectan con los satélites. Así, el único momento en que los pasajeros dejan de estar conectados es cuando el tren pasa por los túneles porque ahí el satélite no puede ver. Pero estamos hablando de 15 minutos sin conectividad en un recorrido de tres horas.

¿Cómo funciona la conexión de celdas celulares?

A diferencia de lo que sucede en la Argentina, en Perú las empresas se ven obligadas a garantizar el servicio de telefonía móvil hasta en los pueblos o ciudades que tienen menos de 1.000 habitantes. Pero como en estos lugares resulta imposible, por una cuestión de costos, que las telefónicas instalen torres que garanticen la comunicación, la red satelital permite garantizar la conectividad. Es ahí donde pudimos brindar una solución.

A través de la instalación de una antena satelital, nosotros generamos el puente con el nodo central que las empresas tienen en las grandes ciudades y de esa manera garantizamos que la comunicación por medio de los celulares sea posible en los pequeños pueblos.

¿En Chile trabajan con las empresas mineras?

Sí, pero de manera indirecta. Le proveemos servicio a Claro para los convenios que esta compañía telefónica tiene con las corporaciones vinculadas con la actividad minera. Pero el nicho en el que logramos desarrollarnos de manera directa es el de la industria salmonera. La cría en el mar de este tipo de pez se realiza a través de unas plataformas denominadas «pontones», cuyo tamaño es similar al de una cancha de fútbol. Ubicada a unos 1.000 metros de la costa, cada unidad de producción está conformada por entre siete y 10 pontones, que a su vez se encuentran unidos a un barco pesquero que los mantiene anclados. En cada una de esas formaciones trabajan cerca de 20 personas que permanecen durante 15 días ininterrumpidos en ultramar. Nosotros le proveemos la conectividad al barco que mantiene unidos a todos esos pontones.

¿Qué rol cumple la conectividad en ese caso particular?

Permite que la tripulación esté conectada tanto con la base de operaciones de las empresas pesqueras como con sus familias. Pero, además, garantiza la seguridad de la producción. Hay un factor importante a considerar, que es el de la piratería. A 1.000 metros del mar, cualquier barquito que anda por ahí puede romper las redes y robarse todos los pescados. La tripulación no puede hacer nada porque no está autorizada a llevar armas. Las cámaras pueden filmar a los virtuales usurpadores y la Prefectura los puede perseguir.

Pero lo que resulta realmente novedoso de la aplicación de esta tecnología en la industria salmonera tiene que ver con la posibilidad de realizar los controles de calidad desde tierra firme. Sucede que el calentamiento global expone a los salmones a la infección de piojos. Para evitarlo, los pontones cuentan con unas cámaras que los mantienen a temperatura adecuada. No obstante, para asegurarse de que no estén infectados, el Ministerio de Agricultura y Pesca de Chile realiza autopsias al azar sobre las especies. Todo ese procedimiento se hace a través del servicio de una antena que brindamos nosotros, sin necesidad de que los especialistas del Ministerio se muevan de Santiago. Esa antena tiene la capacidad especial de estar permanentemente orientada al satélite y corrigiendo el movimiento del mar, con una precisión absoluta.

¿Cómo incide este tipo de servicios satelitales en la reducción de los costos?

Se trata de un aspecto fundamental que cada vez más empresas pueden constatar, sobre todo a partir de la evolución tecnológica que experimentó esta actividad.

En 2001, cuando nosotros empezamos, la terminal que poníamos en el cliente nos costaba u$s 3.000. Hoy nos cuesta menos de u$s 500. Esa reducción fue posible gracias a la evolución de la tecnología.

¿Cree que esta tendencia va a continuar en el tiempo?

Sí, creo que se va a prolongar. Cuando comenzamos, a mi proveedor le pagaba u$s 4.000, mientras que hoy pago menos de u$s 2.000. Lo que vendía a más de u$s 2.000 por mes actualmente lo estoy vendiendo a u$s 600. Todavía son precios caros en comparación con las telecomunicaciones convencionales. Y es cierto que la fibra óptica tiene una capacidad de transporte mucho mayor que el satélite, porque se dividen los costos entre muchos más y se llega a precios más bajos. Pero si el satélite continúa incrementando la capacidad, y siguen bajando los costos a través de la tecnología, llegará un momento en que el precio será competitivo. Creo, de hecho, que ya hoy es competitivo.

Por estos días tenemos servicios de u$s 120 para la agroindustria, por ejemplo. Entonces uno puede elegir: hace la parabólica humana con el celular, tratando de encontrar la señal, o paga u$s 120 por mes y dispone de una antena satelital con la que siempre está conectado. ×

Los efectos de la devaluación

En un clima de «tormenta» cambiaria, Corrarello reconoce que la brusca devaluación del peso afectó la rentabilidad de su empresa. «Somos el jamón del ‘sanguchito’», ilustra. Los proveedores, sostiene, cobran sus servicios a precios internacionales, como si fueran un commodity. «Pero cuando aumenta el dólar, yo no les puedo transferir esa suba a mis clientes, porque si lo hiciera directamente no me pagarían. Es el grave problema de no tener moneda. Lo que hay es una ilusión óptica. Para tener moneda, la fórmula es muy sencilla, aunque pueda parecer muy ortodoxa: no hay que gastar más de lo que se tiene. Y eso es complejo», lamenta.

Desde su óptica, la clave para superar la restricción cambiaria con la que cíclicamente se topa la Argentina pasa por atacar la inflación. «Cuando el índice inflacionario está por debajo del 4% o del 5%, no hay manera de que haya una corrida. Vos creés en tu moneda. Cuando se atraviesan los dos dígitos es justamente cuando se produce el quiebre de la confianza», advierte.

Perú, apunta, crece a un 1% o un 2% anual, pero como tiene un 0% de inflación, esa expansión es brutal. «En la Argentina, un crecimiento de ese nivel, pero con una inflación del 24%, no termina siendo más que un dibujo contable», compara.

 

0 Responses

  1. Very interesting article. I wonder if the oil companies ever use Globalstar satellite companies. I can’t wait for Vaca Muerta to be the financial engine for Argentina.

    Teri Green
    Atlas Biomechanics

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