La Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) es uno de los puntos de referencia ineludibles cuando se piensa en los esfuerzos de integración energética de la región. El organismo de cooperación, coordinación y asesoría técnica de carácter público intergubernamental se prepara para celebrar su 50 aniversario en noviembre. Su objetivo fundamental sigue siendo el mismo: fomentar la integración, conservación, racional aprovechamiento, comercialización y defensa de los recursos energéticos de América Latina y el Caribe. Aunque los desafíos del presente son distintos.
En el marco de este aniversario significativo, EconoJournal dialogó con el nuevo Secretario Ejecutivo de la OLADE, Andrés Rebolledo Smitmans, para ahondar en el trabajo del organismo y su mirada sobre los actuales desafíos en materia de integración energética en la región, el financiamiento para la transición energética y los hidrocarburos y la relevancia del gas natural y petróleo en la región.
-La OLADE cumplirá este año su 50 aniversario. ¿Con qué objetivos se creó el organismo?
La creación de OLADE responde a la realidad económica, energética, geopolítica de los años setenta. Básicamente tiene que ver con la crisis de los precios del petróleo y lo que esto significó desde el punto de vista de la seguridad energética para los países de la región, la necesidad de sostener suministros, que acontecía más allá de la América Latina y el Caribe. A partir de ahí un conjunto de líderes y gente de los gobiernos que estuvieron involucrados en aquel entonces decidieron afrontar aquel desafío de manera más coordinada y colectiva, incluso solidaria. Esa fue una agenda muy central durante esa década. Ahora que estamos conmemorando los cincuenta años estamos justamente recopilando antecedentes para un libro que vamos a entregar en nuestra reunión de ministros de noviembre.
-¿Cuáles son los objetivos actuales?
De alguna manera siguen siendo válidos varios de los planteamientos originales, en el sentido de que uno de los aspectos centrales tiene que ver con la cooperación regional y la necesidad de abordar problemáticas, asuntos, desafíos, ámbitos de política pública energética en una forma colectiva, y la OLADE en ese sentido tiene como vocación y misión fundamental apoyar en esa perspectiva. En aquel entonces probablemente tenía más que ver con los temas de seguridad asociada a la crisis petrolera, y hoy día probablemente tiene que ver con abordar los desafíos de los cambios tecnológicos que están aconteciendo de manera intensa y profunda del mundo, pero desde lo conceptual en lo que se refiere a la misión del organismo sigue persistiendo esta vocación nuestra de fomentar la cooperación. También apoyamos, acompañamos a los países en la elaboración, en el diseño, en la implementación, en la evaluación de sus políticas públicas energéticas. Para eso tenemos instrumentos diversos, desde estudios hasta actividades colectivas que se permiten intercambiar conocimientos, la provisión de estadísticas centrales en materia energética, que es hablar de la fuente principal de la región, un gran dispositivo de capacitación para los funcionarios públicos pero también de ámbitos privados y académicos en materia regional. Son instrumentos que permiten desarrollar la visión de avanzar en la integración energética en la región.
-Este año asumiste como secretario ejecutivo del organismo. ¿Cuáles son los ejes centrales de la agenda de la OLADE para los próximos años?
El objetivo importante es impulsar la integración energética. Para nosotros es importante, es parte históricamente de nuestro ADN. En segundo lugar es relevante apoyar a los países en la agenda de innovación y transformación tecnológica, digitalización, inteligencia artificial etcétera y todos los desarrollos tecnológicos de frontera que están aconteciendo en el mundo en materia energética y que en muchos de los cuales son, desde el punto de vista de sus desarrollos, justamente tecnológicos que acontecen fuera de la región. Por lo tanto es importante apoyar a la región en esa discusión de acuerdo a los intereses particulares de nuestros países. Hay una agenda innovadora y de cambios tecnológicos profundos en la que tenemos que avanzar. También es muy importante avanzar en cerrar la brecha de género que existe en el sector de energía. Hay una brecha muy importante y probablemente el sector minero y el sector energético son de los sectores más masculinizados, no solo a nivel directivo sino en general, incluso a nivel de formación profesional y técnica.
–¿Por qué es necesaria una mayor integración energética en la región?
En la seguridad energética hay un antecedente importante respecto a la necesidad de avanzar en la integración. No tiene la dimensión de los setenta y mucho menos, pero la coyuntura de los últimos años, de la pos pandemia, de la guerra en Europa, ha provocado que el tema de la seguridad energética se instale de vuelta en la región. Una manera de responder a esto es justamente la integración, porque te permite tener suministros que permitan cubrir momentos de carencia. Eso se ha visto en los últimos años en América Latina en algunos casos en particular, a propósito del intercambio de energía eléctrica en algunos países. Cuando hablamos de seguridad hablamos de seguridad también en lo que se refiere a la integración eléctrica. La integración te permite desarrollar redes eléctricas más robustas desde el punto de vista de su funcionamiento. Desde esa perspectiva también es un aporte a la seguridad. Además desde la perspectiva de lo que viene pasando en la región en el sentido de que hay una masiva incorporación de energías renovables, más integración también es la posibilidad de intercambiar energías renovables por la vía del comercio internacional y no solamente desde el punto de vista de la provisión de esta energía localmente. Una mayor integración también es de alguna manera un aporte al cambio hacia la sostenibilidad dada la transformación de la matriz hacia recursos de energías renovables. Por último, no tiene que ver solamente con integrar redes físicas e infraestructuras sino también con avanzar de manera muy decidida en la armonización regulatoria de distintos ámbitos en el sector energético para conseguir mercados más integrados. Por ejemplo, en materia de electromovilidad, los países requieren tener algún grado de armonización para que los vehículos eléctricos circulen regionalmente, de forma tal de que se pueda pasar de un país a otro sin los problemas vinculados con la recarga del coche. O el desarrollo del hidrógeno verde, para el que se requiere avanzar en una certificación que tenga algún grado de armonización regional. Integración también es avanzar en armonizar regulaciones, eso es muy importante tenerlo en cuenta.
-Participó en la última reunión de ministros de Energía del Mercosur en Buenos Aires. ¿Cómo esta posicionado el Mercosur en materia de integración energética?
En materia de integración en América Latina hay subregiones. La Centroamérica que tiene una gran conectividad eléctrica. Están los países andinos, que tienen más bien conexiones bilaterales. Y un esfuerzo que ha ido avanzando donde nosotros estamos ahí involucrados con el BID trabajando fuertemente en Mercosur más Chile, donde normalmente hay interconexiones eléctricas bilaterales. Pero si miramos los números del consumo total en cada una de estas regiones, el intercambio de electrones respecto al consumo total no es más de dos, tres o cuatro por ciento. Aunque existen estas conexiones sigue siendo bastante pequeño. Sin embargo, en América del Sur, si tú tomas otro elemento que no existe en otros lugares, que es la generación eléctrica conjunta, dada la realidad de las grandes hidro en América del Sur, ahí tú puedes llegar a números que pueden estar incluso por encima del 10 o 15 por ciento. Lo que quiero decirte con esto es que hay una historia, el Mercosur tiene una trayectoria importante que mostrar como consecuencia de esta particular estructura de generación conjunta. Por otra parte, en Mercosur se da una realidad particular muy interesante con respecto al gas natural, nuevamente. Hay países que tienen grandes riquezas, como por ejemplo la Argentina, con todo el desarrollo de Vaca Muerta, y países que no tienen este energético, y que en algunos casos son fronterizos. Por lo tanto pueden avanzar en una mayor integración. Son todos antecedentes desde el punto de vista de la integración, en materia de generación e interconexión eléctrica, y en materia gasífera, que ya hay importantes conexiones, hay incluso infraestructura de caños. Hay que dar un paso hacia un esquema más regional y nosotros como OLADE estamos en esa colaboración conjunta. Pero hay un potencial muy importante en materia de integración energética en torno a Mercosur más Bolivia y Chile.
-¿Cómo la crisis energética internacional afecta los esfuerzos de integración en la región?
Esta crisis tiene explicaciones en algunos casos más estructurales, en otros casos más coyunturales, a propósito de eventos específicos como pueden ser los últimos años de la guerra, el precio del gas natural y otros energéticos en general, el problema de producción de estos propios energéticos, las cadenas de suministro. Se ha ido retomando una senda de cierta normalidad en los últimos meses, diría yo. Pero esta situación generó otras consideraciones que probablemente en un comienzo no estaban en las prioridades principales de los países, dado el fuerte impulso que estaban dando a transformaciones de diferente tipo. Por eso es que nosotros en este punto siempre hablamos de transiciones energéticas, porque también son distintas, tienen ritmos distintos, tienen trayectorias distintas, pero todas se dirigen a encontrar el modelo más sustentable en materia energética. Pero si uno mira el corto plazo, cuando acontecen estas crisis, esas trayectorias probablemente tienen algunas desviaciones porque requieren priorizar la seguridad energética, respecto a los suministros de hidrocarburos en los países que no lo tienen, a lo que se suman fenómenos climáticos muy intensos, que también están teniendo impacto en materia de suministro eléctrico. Desde esa perspectiva, la urgencia se enfoca en resolver ese tipo de asuntos.
-Mencionaste el desafío de los cambios tecnológicos: energías renovables, electromovilidad e hidrógeno. Un tema central de ese desafío es el financiamiento. ¿Cómo puede lograr la región el financiamiento necesario?
El financiamiento es un elemento central y un desafío principal para la transformación energética. Hay estudios que indican que América Latina y el Caribe, en una trayectoria hacia la carboneutralidad en 2050, tan solo hasta el 2030, si uno quiere cumplir los avances en materia de generación de energías renovables para poder alcanzar ese objetivo de neutralidad, requiere un financiamiento para incorporar energías renovables en el entorno de 250.000 a 300.000 millones de dólares. Obviamente esto requiere un esfuerzo importante de varios actores. En primer lugar, desde los propios países. América Latina es en esencia un continente en desarrollo, todavía requerimos abordar otras necesidades sociales y brechas que también requieren de financiamiento. Por lo tanto, la búsqueda de financiamiento para la transformación energética compite frente a otros tipos de necesidades, ese es un dato objetivo. Por otra parte, la banca internacional, la banca de desarrollo de la región, tiene un rol también preponderante para poder justamente concurrir al financiamiento de esta transformación. Pero es un asunto central y que tiene que estar en la órbita no solo de quienes ejercen la política energética sino sobre todo en quienes ejercen la política económica en cada país.
-La producción de hidrocarburos tiene una relevancia importante en muchas economías de América Latina. ¿Cómo puede compatibilizarse esa necesidad económica vinculada con la producción de hidrocarburos con los objetivos de transición energética?
Es una pregunta muy importante porque recoge una realidad de un conjunto de 27 países miembros, que tienen realidades diferentes en términos de su dotación de recursos energéticos y por lo tanto tienen una economía política o una preponderancia desde el punto de vista del impacto que estos recursos energéticos tienen en su economía también de carácter diferente. Efectivamente hay países que tienen trayectorias distintas en lo que se refiere a su transformación y transición energética. Por eso para nosotros es tan importante y hacemos siempre énfasis en que lo que nosotros vemos en la región son transiciones energéticas que tienen características diferentes. Ahora, desde el punto de vista de los hidrocarburos en general, también hay realidades específicas dependiendo si hablamos por ejemplo del gas natural o hablamos de petróleo como otro hidrocarburos también central en esta discusión. En lo que se refiere al gas natural por cierto que tiene emisiones, pero lo que es claro es que probablemente el gas natural acompañará de manera muy necesaria la transición durante una cantidad relevante de años, dada la característica particular en lo que se refiere a generación eléctrica, de dar una seguridad de base a la generación frente a la incorporación de energías variables. También en algunos casos como un recurso energético importante para las industrias de los países. Desde el 2050 y con carbono neutralidad sigue habiendo incluso en ese escenario una proporción importante de gas natural, en torno a 15 o 20 por ciento, según todos los estudios. También en el caso del gas natural hay países que tienen grandes riquezas de gas natural en América Latina y hay otros países que no tienen este recurso, y por lo tanto ahí también hay una complementariedad natural para avanzar a un mercado integrado regional de gas que pudiera significar no sólo avances en integración en materia eléctrica sino también de gas, que es de ganancia desde la oferta y desde la demanda dada la composición de ese recurso en los distintos países. Respecto al petróleo, efectivamente hay una consideración que hay que tomar en cuenta, que ver con el efecto macro, con el efecto fiscal y los recursos que significa la exportación, la regulación, etcétera, y que durante la transición los países tendrán que considerar como un elemento central en sus desafíos económicos. Es importante señalar que nosotros hemos impulsado siempre una lógica de neutralidad tecnológica, desde el punto de vista de cómo vemos que hay que hacerse cargo de estas distintas realidades, entendiendo que hay un proceso de transformación hacia un modelo más sustentable pero hay distintas tecnologías y realidades sobre todo.
-Existe una discusión entre los países desarrollados y emergentes sobre el financiamiento para proyectos de gas y petróleo. Por ejemplo, en Argentina el ministro de Economía viene planteando que organismos multilaterales de crédito como el BID o Banco Mundial no están proporcionando financiamiento para proyectos como gasoductos. ¿Cómo estas viendo esa discusión entre desarrollados y emergentes?
Lo conecto con lo que te he dicho anteriormente, con la relevancia que tienen estos energéticos en la transición, e incluso en un escenario de carbono neutralidad, particularmente en gas natural, donde el rol que juega es relevante, donde va a seguir siendo parte de la matriz energética primaria de nuestro país y de generación eléctrica. De esa perspectiva, va a seguir siendo un sector que va a requerir financiamiento. Nuestros países de América Latina y otros obviamente que van a requerir esos recursos, y creo que serán las decisiones de las corporaciones internacionales, financieras las que decidan esto de acuerdo a sus propias políticas. Pero desde la perspectiva de la demanda y de la realidad, yo me remitiría a lo que te decía anteriormente.
-¿Cómo esta posicionada la región en materia de eficiencia energética?
Esta es una agenda que lamentablemente suele estar un poquito más rezagada que en materia de energías renovables. En materia de eficiencia energética ocurre que hay distintos subsectores en los cuales se puede intervenir, que es diferente del esfuerzo o los instrumentos que se necesitan para hacerlo. En general los países tienen leyes de eficiencia energética, de toda América Latina hay doce países que tienen leyes, y otros que están en discusión. Pero luego requieren operativizar esas leyes, con una agenda mucho más concreta de evaluación y monitoreo, además de sectorizar estos esfuerzos, porque no es lo mismo la eficiencia energética que pueda uno impulsar en los hogares, a la eficiencia energética que puede ser en la industria de grandes hornos, donde se usa no solo fósiles, sino en algunos casos electricidad como fuente energética principal, donde en consecuencia se requieren otro tipo de incentivos. Por lo tanto el «fine tuning» de los instrumentos debe ser distinto. Por lo tanto son medidas diferentes, pero claramente es uno de los vectores importantes porque al final la eficiencia energética es el combustible más limpio de todos, es el combustible que tú terminas ahorrando en la utilización, en la medida que logras consumir menos. Desde OLADE estamos tratando de impulsar un esfuerzo colectivo que nos permita eventualmente llegar a algún tipo de meta regional en eficiencia energética, que los países se comprometan progresivamente a movilizar políticamente acciones para ir alcanzando un objetivo de una meta más regional. Estamos comenzando y empujando un trabajo en ese sentido.
-¿Qué lecciones de tu experiencia como ministro de energía de Chile pensás que sirven para abordar el desafío de la transición energética en la región?
Hay dos o tres consideraciones que uno pudiera tomar en cuenta de la experiencia de Chile respecto a lo que podría aportar a la región y que muchos países en todo caso están trabajando de esa manera. Uno es tratar de concebir que la política energética tiene que quedar instalada en la política de los países como política de Estado. Que pueda persistir la acción de transformación hacia un modelo más sustentable, por ejemplo, más allá de los gobiernos de turno. Esto es bien relevante porque es un sector que requiere decisiones largas en general. Hay muchas áreas de la política en disputa permanente por la lógica misma de la política, obviamente. Pero en el caso de la energía creo que una primera cosa que hay que tratar de instalar es que sea una política de Estado. Un segundo concepto que de alguna manera colabora también con el anterior es que sea una construcción colectiva de los actores que participan en el sector. Del sector privado grande, el pequeño y el mediano, de las comunidades que están en los territorios, de quienes participan en el debate desde el punto de vista de los aspectos técnicos, de todo el mundo asociado a la academia. Eso se hizo en Chile y fue difícil y complejo, pero que se construya con la mayor participación posible es un elemento relevante. En tercer lugar, la regulación es absolutamente crucial y por lo tanto la planificación también es absolutamente crucial. El rol del Estado es clave desde esa perspectiva. En algunos casos incluso productivamente. En otros, como en Chile, fundamentalmente lo que se refiere a la regulación. Por lo tanto la conversación pública como privada es absolutamente central. Y la regulación que termine desarrollando a propósito de esa colaboración debe ser hacia generar sectores más competitivos, que permitan la incorporación de muchos actores de forma tal de desconcentrar los sectores. Un rol más activo del Estado puede significar no necesariamente un obstáculo a la iniciativa privada, sino que todo lo contrario. Puede generar condiciones para desplegar las inversiones eh públicas y privadas.