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El precio de la nafta súper de YPF aumentó ayer un 5% hasta los 27,83 pesos en Capital Federal. La Infinia —la gasolina premium de la marca— trepó un 8% hasta los $ 33,20. La suba fue dos puntos más alta que la convenida entre las petroleras y el Gobierno el 1º de junio. El acuerdo firmado ese día con el ex ministro de Energía Juan José Aranguren preveía un salto en julio del 3% en surtidores. Al momento de la rúbrica, el tipo de cambio mayorista estaba a US$ 24,90. El viernes pisó los 29 pesos. De ahí la diferencia.

Habrá que ver cómo reacciona hoy la acción de YPF en el mercado internacional. El ADR en Nueva York de la petrolera controlada por el Estado se desplomó en los últimos 70 días. Por la indetenible devaluación del peso, los inversores consideran que los ingresos en dólares de YPF se verán afectados. Desde el 18 de abril, cuando llegó a superar los 23 dólares, la acción se desplomó hasta los 13,58 dólares el viernes pasado. La caída en Wall Street supera el 40 por ciento.

Sin embargo, el aumento en las estaciones de servicios de YPF —que será acompañado en las próximas horas por Shell y Axion Energy, los otros dos grandes jugadores del mercado— está lejos de ser un bálsamo para el sector. Con el tipo de cambio aún fuera de control y próximo a perforar la barrera de los 30 pesos, el atraso en los precios de un negocio altamente dolarizado como el petrolero aún es significativo. Según un relevamiento entre las empresas del sector, con el Brent nuevamente cerca de los 80 dólares (el viernes cotizó en US$ 79,23), los combustibles deberían aumentar, al menos, un 35 por ciento. La suba del 5% de ayer es apenas el primer paso en un colina empinada.

“La incertidumbre macroeconómica no da margen. Hoy es día a día”, reconoció el director de una petrolera consultado por EconoJournal. La preocupación entre los empresarios ya es palpable. Resolver el atraso de los precios en surtidores es —según la opinión extendida en la industria— el principal desafío del gobierno en el área energética tras la frenética escalada del tipo de cambio. El riesgo de una ‘salida sucia’ en el mercado de combustibles empieza a percibirse en el horizonte, según coinciden tanto refinadores como productores de petróleo. ¿A qué se refieren con esa definición? Si una solución ordenada de los desequilibrios generados por el corrimiento cambiario prevé que las empresas y del Gobierno logren llevar los precios relativos de los derivados del petróleo con cierta organización y control, una salida sucia implica que el proceso se desmadre y el aumento de precios termine instrumentándose espasmódicamente.

En la industria advierten que existen señales identificadas con esta segunda opción. En esa lista, figuran:

a) El deterioro de la cadena de suministro de combustibles. En el último mes se empezó a agudizar la faltante de producto en la cadena mayorista que abastece a industrias y empresas ligadas al sector agroprecuario. Salvo YPF, el resto de las petroleras es renuente a seguir entregando gasoil a sus distribuidores, intermediarios y clientes directos del mercado mayorista. No dejarán de entregar producto. Pero restringirán el volumen comercializado. Vender a este precio es hoy para las petroleras un mal negocio. YPF está elevando su participación en ese segmento frente a sus competidores directos, Shell y Axion Energy. Pero la petrolera presidida por Miguel Ángel Gutiérrez cuenta con una oferta limitada para seguir ganando mercado.

Shell aumentará sus precios en las próximas horas

“Podemos incrementar dos o tres puntos de market share, pero no tenemos mucha más capacidad”, reconocieron allegados a la compañía. La parálisis de las refinerias de Bahía Blanca (Trafigura) y San Lorenzo (Oil Combustibles) complica más el panorama. Aún no se visualiza un quiebre de stock pero, si no se recomponen los precios relativos de las naftas y gasoil, lo esperable es un deterioro creciente del abastecimiento del mercado. Shell, la meyor refinadora no integrada del país, perdió en junio entre 15 y 20 millones de dólares por no poder trasladar a precios el impacto de la devaluación, que supera el 60% desde noviembre del año pasado a la fecha. La petrolera anglo-holandesa aún no movió los precios en sus estaciones de servicio. Se estima que lo hará entre hoy o mañana.

b) Se agudiza la dispersión de precios. Un productor agropecuario de La Pampa pagó la semana pasada cerca de 50 pesos el litro de gasoil. Se lo compró a un distribuidor, que a su vez, adquirió el producto en una refinería. Frente a la menor disponibilidad de stock, los intermediarios están captando un mayor porcentaje de la renta que genera el negocio petrolero. Los distribuidores venden hoy el producto al precio real de reposición, que incluye el impacto de la devaluación, del aumento de Brent y de la menor oferta de combustibles. “El mejor negocio que podés hacer hoy es comprar dos o tres camiones y salir a vender gasoil por los pueblos de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Ellos nos compran a nosotros a precio barato y lo revenden a precio ajustado por dólar y precio internacional del petróleo”, reconoció, no sin cierta amargura, el gerente comercial de una petrolera.

c) YPF opera como modulador de los aumentos de combustibles. La crisis macroeconómica provocada por la escalada del dólar provocó un cambio en la percepción del Gobierno sobre la petrolera bajo control estatal. Si hasta ahora la empresa era observada por el Ejecutivo con cierta intrascendencia y falta de coordinación (en especial por el ex ministro Aranguren), a partir de ahora parece insertarse en una dinámica diferente. El nuevo ministro de Energía, Javier Iguacel, quiere explotar la condición de YPF como mayor jugador del mercado de combustibles (cuenta con una participación superior al 56%). Según explicaron fuentes oficiales a EconoJournal, la petrolera “intentará defender una posición responsable cuidando a sus clientes frente a una situación económica delicada”. En la práctica, YPF desplegará una política en surtidores que seguramente funcionará como un ancla de los aumentos de Shell y Axion. Desde la óptica del Gobierno, YPF contribuirá a contener las subas del resto. Resta saber cómo se organizará esa dinámica entre el líder y sus seguidores. El aumento de ayer ofrecerá una primera visión. YPF aumentó, en promedio, un 5% sus combustibles a nivel nacional. En el mercado descuentan que Shell y Axion subirán un poco más los precios, pero habrá que ver cuál es la diferencia.

La Infinia, la nafta premium de YPF, aumentó ayer un 8% en Capital Federal

d) Tensión por el precio interno del petróleo. La devaluación trastocó la cadena comercial del crudo. Hoy, los productores están entregando producto a los refinadores pero, en la mayoría de los casos, sin ponerse de acuerdo en cuanto a los precios del venta. Los entregan sin facturar. Según fuentes gubernamentales, Shell transmitió al Ejecutivo que, con los precios actuales de los combustibles, puede pagar hasta 60 dólares por cada barril de crudo que compra a petroleras (Sinopec y Pluspetrol, entre otras). Ese es su precio de break even. Los productores, en cambio, pretenden cobrar un piso de 68 dólares por barril, tal como establecía el acuerdo firmado con Aranguren. Hoy, ese documento es letra muerta y perdió vigencia. Con este tipo de cambio parece difícil que alcancen ese objetivo en julio. Para el Gobierno, con un barril que oscile entre los 60 y 65 dólares, las empresas productoras deberían seguir adelante con sus planes de inversión. “A fines de 2017, cuando proyectaron sus inversiones para este año, la mayoría de las grandes petroleras a nivel internacional estimó un precio del crudo de 60 dólares; US$ 65 las más optimistas. Los proyectos cierran con esos números”, advirtieron fuentes oficiales.Esa fue la visión que Iguacel le transmitió a los ejecutivos petroleros. En esos diálogos, el ministro asegura que el mercado de combustibles sigue siendo libre y que el Estado no tomará decisiones referidas a precios. En la otra vereda, los privados ponen el acento sobre el costo de oportunidad de la inversión. “¿Qué sentido tiene desembolsar un dólar en un país donde el petróleo cuesta 60 o 65 dólares cuando podría invertirlo en otro y obtener casi 80?”, se preguntó un encumbrado empresario petrolero.  En cualquier caso, los próximos tres o cuatro meses son claves para saber cómo se reacomodará el mercado. El plan de las mayores petroleras del país es consensuar una estrategia para transitar una nueva convergencia del precio local con el internacional en los próximos seis u ocho meses. Los privados quieren evitar que el Gobierno se vea forzado a intervenir en el mercado. En post de desarrollar un plan de acción, precisan que el tipo de cambio se estabilice. El barril de petróleo se paga entre 1600 y 1800 pesos, según su calidad. Al tipo de cambio del viernes ($ 28,90 en el mayorista), son entre 55 y 62 dólares. La apuesta de máxima de las petroleras es poder aumentar entre un 25% y 30% los precios los combustibles hacia enero o febrero de 2019. Al mismo tiempo, apuntan a que el precio internacional se estabilice más cerca de los 70 dólares. Será un segundo semestre importante para la industria, con pronóstico aún demasiado incierto.

 

 

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