YPF se juega en las próximas dos semanas la partida que marcará las condiciones de borde del año que tiene por delante. Si la reestructuración de la deuda por US$ 6600 —que deberá cerrarse a más tardar la semana del 14 de febrero— arroja resultados favorables, la petrolera bajo control estatal habrá despejado el cronograma de vencimientos de intereses y capital y podrá reforzar, al menos un poco, la inversión prevista para 2021. Si el canje fracasa y la petrolera cae en default con sus bonistas internacionales, el escenario será tóxico. Es, sin duda, un punto de quiebre. Probablemente la parada más brava que se juega la mayor petrolera del país en los últimos cinco años.
El capex de este año para los reservorios de Vaca Muerta ronda los US$ 1200 millones. Con una reestructuración positiva, esa cuenta podría incrementarse en el segundo semestre del año y sobre todo a partir de 2022.
Por eso sorprende la catarata de críticas que recibió YPF desde que se conoció la salida del presidente Guillermo Nielsen, incluso cuando la enorme mayoría de los que siguen con mediana atención la agenda energética saben que su rol estaba completamente desdibujado desde hace meses. No tenía injerencia alguna en la gestión diaria de la compañía.
Los cuestionamientos a la reestructuración de la deuda —que afectan las chances de ese proceso— parecen perder de vista que la petrolera es el mayor productor de crudo y gas de la Argentina. Es un instrumento clave para ejercer política energética de este y de los próximos gobiernos que vengan.
- Convertir a YPF en la cancha donde la política define intereses supra-energéticos, justo cuando la empresa encara la recta final de una reestructuración hostil (porque no puede ser de otra manera) con los acreedores, no parece la opción más racional.
El por qué de la reestructuración
La petrolera tomó la decisión de reestructurar toda su deuda porque su flujo de fondos se estrángulo en medio de la pandemia. Esa estrategia que se explica, entre otros motivos, porque
a) YPF vendió el año pasado un 30% menos de combustibles que en 2019.
b) No tiene crédito internacional porque el país empezó a incumplir sus compromisos con acreedores internacional a fines de ese año, en la apoteosis del gobierno de Mauricio Macri.
Y c) su EBITDA —su nivel de ingresos antes de impuestos— se viene desinflando de manera constante desde 2016.
A propuesta de Alejandro Lew, un especialista en reestructuraciones de deuda que se formó en el JP Morgan y en junio pasado asumió como CFO de YPF precisamente con ese objetivo, se optó por renegociar todos los títulos de deuda para mejorar, modestamente, la capacidad inversora de la operadora en los próximos tres años.
Podría, tal vez, haber tensado hasta último momento las cuerdas con el Banco Central (BCRA) para que la entidad le libere los US$ 400 millones necesarios para pagar un vencimiento en marzo. Se hubiese ganado sólo un poco de tiempo pero a fin de año YPF se habría topado con la misma situación financiera que ahora la obliga a renegociar.
Realidad crítica
Está claro: la compañía no viene bien. Y eso no es de ahora. Tampoco en los cuatro año del gobierno anterior encontró un norte ni edificó un proyecto de crecimiento. Más bien todo lo contrario. Destruyó valor ininterrumpidamente por decisiones propias y ajenas sin que eso mereciera del sistema la dureza que recibe hoy.
Lo que más llamó la atención de las críticas recibidas en estos días es que fueron formuladas por ex funcionarios de la administración de Cambiemos que, como mínimo, cuando tuvieron una cuota de poder no la utilizaron en beneficio de la petrolera creada por el ingeniero Mosconi. En algunos casos, por acción u omisión tuvieron una responsabilidad directa en haber llevado a YPF a la situación crítica en la que se encuentra.
Clarín publicó el domingo un informe donde opinan Juan José Aranguren, Nicolás Gadano, Emilio Apud y Jorge Lapeña. Todos tuvieron un rol en el gobierno que lideró Mauricio Macri, pero llamativamente ninguno se presenta como ex funcionario de esa administración al momento de dar su punto de vista.
Aranguren, quien fue ministro de Energía de Macri desde el 10 de diciembre de 2015 hasta el 16 de junio de 2018, y en la nota se presenta solo como ex presidente de Shell en Argentina y especialista del sector, advierte que “la compañía necesita generar caja para invertir, en producción de gas y petróleo”.
Testimonios y responsabilidades
Durante su gestión en Energía, Aranguren instaló que YPF era una “empresa más del mercado petrolero” y prácticamente no se involucró en la gestión de la compañía. Estaba en su derecho de hacerlo. Pero como ministro de Energía era el representante del Estado en el Directorio de la petrolera. El ex ministro tuvo una pésima relación con el ex presidente de YPF Miguel Ángel Gutiérrez y el resultado de esa relación conflictiva fue la destrucción de valor en YPF.
Aranguren validó la contratación de Ricardo Darré como CEO de YPF en junio de 2016. El ex ministro quería a un líder ‘técnico’ al frente de la petrolera. Pero, más allá de sus buenas intenciones, Darré no demostró capacidad para liderar a una organización de más de 20.000 personas. Fue despedido en agosto de 2017, con la consecuente desmoralización interna que generó ese traspié.
Los primeros dos años de Cambiemos se fueron en medio de esa anomia, mientras los ingresos en dólares caían sin freno.
Emilio Apud, que fue director titular de YPF en representación del Estado entre el 22 de diciembre de 2015 y el 4 de diciembre de 2019, aunque en la nota de Clarín solo se presenta como ex secretario de Energía por su paso como funcionario de la Alianza durante 10 días en 2001, afirma ahora que ahora “decidieron utilizar a YPF para la campaña electoral. Que sea un ente regulador más”. La crítica sorprende porque mientras Apud fue director de YPF la inversión y la producción se derrumbaron. La inversión, por ejemplo, había llegado a los 6600 millones de dólares en 2015 y en 2018, tres años más tarde, llegó a tocar un piso de 3400 millones, un 48,5% menos.
Instrumento antiinflacionario
Otro de los que ahora salió a opinar sobre la gestión de la petrolera controlada por el Estado es Nicolás Gadano. “El Estado usa YPF como herramienta de política económica o antiinflacionaria, así como la dictadura la usó como herramienta para sostener la política cambiaria y endeudarse para que entren en dólares. Así podría traer otros ejemplos”, sostuvo el domingo en Clarín, donde se presentó economista, historiador del petróleo, que pasó dos veces por la compañía y también por el Banco Central, aunque no se hizo mención a que su paso por el Banco Central fue en el gobierno de Macri, primero como subgerente General de Administración y Servicios durante la gestión de Federico Sturzenegger y luego como gerente general, cuando Guido Sandleris quedó al frente de la entidad monetaria. Además, fue jefe de Gabinete del ministro de Economía, Nicolás Dujovne.
Lamentablemente, utilizar a YPF como instrumento antiinflacionario no es una potestad exclusiva de este gobierno. La administración de Cambiemos hizo lo propio cuando el tipo de cambio empezó a depreciarse con fuerza a partir de 2018. Por decisión del Ejecutivo, en ese momento se impidió que YPF —y el resto de las petroleras— actualice el precio de los combustibles en línea con la devaluación. Esa modalidad llegó al extremo en agosto de 2019 cuando por decisión de la mesa chica de Cambiemos se congeló por 90 días el precio interno del petróleo y de las naftas y gasoil tras la derrota del oficialismo en las PASO.
Por último, quien aparece opinando sobre la crisis de YPF es Jorge Lapeña, quien se presenta como ex secretario de Energía, cargo que ocupó con Raúl Alfonsín, aunque durante el gobierno anterior fue asesor de Juan José Aranguren como parte del grupo de ex secretarios de Energía que acompañaron al ministro, y director de Transener. “Para resolver el problema de YPF, el gobierno tiene que citar a la oposición y explicar cuál es su real situación y su plan”, aseguró.