La iniciativa grava con un 0,5% la venta de naftas para financiar un fondo de capacitación que será controlado por el sindicato de empleados de estaciones de servicio que encabeza Carlos Acuña, hombre cercano a Sergio Massa. Las empresas no salen de su asombro, pues el impuesto llega cuando el gobierno las presiona para que bajen precios. Buscan recaudar unos US$ 20 millones al año.