El sector energético global atraviesa una transición histórica, motivada por la urgencia climática, la volatilidad de los mercados internacionales y la necesidad de garantizar la seguridad energética. En este contexto, las energías renovables han adquirido un papel protagónico, no solo en la generación eléctrica sino también en la provisión de combustibles limpios y sostenibles. Dentro de este conjunto, el biogás y su derivado purificado, el biometano, ocupan un lugar destacado.
El biogás es producido mediante la digestión anaeróbica de residuos orgánicos, como estiércol, residuos agroindustriales, aguas residuales o desechos urbanos. El biometano, obtenido tras un proceso de purificación, alcanza una calidad similar a la del gas natural fósil, lo que permite su inyección directa en redes de transporte y distribución existentes.
A nivel internacional, los compromisos derivados del Acuerdo de París, las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) han impulsado políticas de transición energética que incluyen a la bioenergía como herramienta central. Para Argentina, país con una de las redes de gasoductos más extensas de América Latina y con gran potencial agroindustrial, el desarrollo del biogás y biometano representa una oportunidad estratégica para avanzar en diversificación energética, reducción de emisiones y desarrollo regional.
Por su parte, el digestato, subproducto del proceso, constituye un fertilizante orgánico que puede reemplazar insumos químicos importados, mejorando la sostenibilidad agrícola. Esto refuerza el carácter de economía circular del biogás.
Situación actual del biogás y biometano
La producción global de biogás asciende a unos 50 bcm (miles de millones de metros cúbicos) equivalentes de gas natural, lo que representa apenas una pequeña fracción de la demanda global de gas. El biometano crece con dinamismo, a tasas superiores al 20% anual, pero su participación sigue siendo marginal.
En Europa, Alemania lidera con miles de plantas en operación; Dinamarca ha trazado la meta de cubrir el 100% de su demanda de gas con biometano hacia 2030; Francia impulsa certificados verdes para estimular la inyección.
En Asia, China ha instalado miles de plantas rurales, integrando energía y gestión de residuos, mientras India desarrolla programas comunitarios de biogás. En América Latina, Brasil lidera con proyectos que aprovechan la vinaza de caña de azúcar para transporte y generación eléctrica.
El potencial de la Argentina
En Argentina, la biomasa cubre aproximadamente el 6% de la energía primaria. Los proyectos de biogás se concentran en plantas de generación eléctrica promovidas bajo el programa RenovAr y en proyectos de autoabastecimiento financiados por PROBIOMASA. Existen experiencias destacadas en Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires, donde el biogás se produce a partir de estiércol de tambo, residuos de feedlots y efluentes de frigoríficos. Sin embargo, aún no se han desarrollado proyectos de inyección de biometano a la red de gas natural, lo que evidencia una oportunidad latente.
El potencial de generación de biogás en Argentina es vasto, especialmente a partir de residuos pecuarios y agroindustriales. Durante 2023, la faena nacional alcanzó 12 millones de bovinos, 7 millones de porcinos y 680 millones de aves, generando grandes volúmenes de efluentes con impacto ambiental. Su aprovechamiento permitiría reducir la contaminación y producir millones de metros cúbicos de energía limpia para generar miles de GWh de electricidad. Además, permitiría sustituir cantidades relevantes de GLP envasado, un insumo crítico en muchas provincias sin acceso a la red de gas.
En este sentido, la infraestructura gasífera argentina, con más de 35.000 km de gasoductos troncales y ramales, representa un activo estratégico para integrar el biometano.
La normativa NAG-602 (modificada en el año 2019 por el ENARGAS) habilita el ingreso de biometano a los sistemas de transporte y distribución de gas natural, estableciendo que su inyección es posible siempre que el biometano cumpla con las especificaciones técnicas de calidad definidas en dicha norma, garantizando así su equivalencia técnica con el gas natural para su uso seguro en la red.
Conclusiones
El biogás y biometano representan una oportunidad estratégica para Argentina en la transición energética. El país dispone de abundante materia prima y una infraestructura gasífera extensa. Su desarrollo permitiría reducir emisiones, sustituir importaciones, crear empleo y fortalecer la seguridad energética.
El desarrollo del biogás y biometano en Argentina ofrece beneficios múltiples:
– Ambientales: captura metano que de otro modo se liberaría, reduce pasivos ambientales, genera fertilizantes orgánicos.
– Económicos: sustituye importaciones de combustibles, diversifica la matriz, fomenta inversiones.
– Sociales: promueve empleo verde, impulsa economías regionales y mejora el acceso a energía en zonas aisladas.
Sin embargo, para sortear la competencia con los precios de los combustibles fósiles y demás barreras logísticas y regulatorias, debería trabajarse en impulsar proyectos piloto en redes aisladas, crear clusters regionales, promover uso de digestato, integrar políticas de economía circular y a largo plazo posicionar al país como exportador de conocimiento y tecnología, alcanzar metas de sustitución de importaciones y contribuir al cumplimiento de los compromisos climáticos internacionales.
