El congelamiento en el precio del crudo concentró la atención de la industria petrolera dejando en segundo plano otro conflicto que también amenaza con impactar de lleno en los niveles de inversión. El valor del gas para el segmento regulado (hogares, comercios y pequeñas industrias), que explica un 35% de la demanda total del hidrocarburo, fue fijado en abril en torno a los US$ 4,60 por millón de BTU e inmediatamente fue pesificado a un tipo de cambio de 41 pesos pese a la resistencia de las empresas productoras como YPF, Pan American Energy (PAE), Total, Wintershall Dea y CGC, entre otras. Es decir, quedó establecido en unos 190 pesos por MMBTU. Con la nueva devaluación, que llevó la divisa estadounidense por encima de los 60 pesos, ese precio se redujo todavía más tomando un piso de US$ 3,10. A raíz de esta situación, varias empresas productoras, con YPF y PAE a la cabeza, le plantearon la semana pasada al secretario de Energía, Gustavo Lopetegui, la necesidad de convocar a una mesa de trabajo para tratar de encontrarle una solución a este problema. El funcionario quedó en responder en estos días, según indicaron fuentes privadas a EconoJournal.
Con el desequilibrio macroeconómico de los últimos días, los reclamos sectoriales han pasado a un segundo plano, pero la industria reclama al menos restablecer un espacio de diálogo para comenzar a evaluar alternativas. El objetivo es diseñar al menos una hoja de ruta para poder abordar cuando la situación se estabilice mínimamente, ya sea en lo que queda de esta gestión o ya con el próximo gobierno.
La producción de gas de junio fue la más alta en 11 años con un total de 140 millones de m3/día y un crecimiento interanual del 5,8%. Si bien el gas convencional tuvo una caída del 7%, el no convencional más que compensó esa reducción con un crecimiento del 28% que tuvo su epicentro en Vaca Muerta. El problema es que esas cifras son el resultado de un nivel de inversión que no es el actual. El conflicto en torno a la resolución 46 que fijaba los subsidios provocó una primera desaceleración y la pesificación posterior hizo el resto.
Con la producción actual, no habrá problemas de abastecimiento el año próximo, pero si no se busca una salida la declinación de la producción comenzara a evidenciarse en 2021. El freno no solo tiene que ver con los precios sino también con el excedente en la producción y la falta de infraestructura para canalizarlo. No obstante, la política tarifaria también se presenta compleja porque el gobierno actual postergó ajustes para el año próximo y hay coincidencia en torno a los límites para seguir ajustando en este contexto económico social. Por eso la industria quiere explorar escenarios para tratar de encontrar alternativas que vuelvan a dinamizar la producción.