Varias señales de alarma se activaron durante los últimos seis meses, tanto a nivel local como internacional, en relación con la cobertura de la demanda de energía del invierno venidero. El consultor y analista energético Luciano Caratori elaboró un gráfico en el que reseñó dichas variables a lo largo de tres grandes escenarios: el de octubre de 2021, el de diciembre de ese año y el de febrero-marzo de 2022.
Según se desprende del trabajo del ex subsecretario de Planeamiento Energético de la Nación, está claro que el actual gobierno desatendió sistemáticamente todas las alertas y así redujo al mínimo su margen de maniobra para afrontar la crisis que se evidencia por la falta de gasoil y la dificultad para asegurar la oferta de gas natural para el invierno.
“Pasamos, primero, de una alerta fiscal vinculada con los subsidios a, luego, una alerta de divisas —si van a alcanzar los dólares para pagar las importaciones— y por último, a una alerta de abastecimiento —de qué magnitud van a ser los cortes—, y estas tres cuestiones se retroalimentan”, advirtió Caratori en diálogo con EconoJournal.
En octubre del año pasado, precisó el especialista, el gas natural licuado (LNG, por sus siglas en inglés) cotizaba a 14,5 dólares por millón de BTU, un valor que ahora suena increíblemente bajo. “Cualquiera que diga que puede predecir el precio de algo en el futuro miente, porque no estaría trabajando. No obstante, frente al riesgo de que se profundizara el descalce entre oferta y demanda, existía una ventana de oportunidad para licitar volúmenes mínimos”, explicó.
Por entonces, evocó, ya flotaba en el ambiente la pregunta sobre el impacto fiscal de los subsidios energéticos en 2022. En plena negociación del país con el Fondo Monetario Internacional (FMI), era esperable la imposición de rigurosas metas por cumplir en torno a la reducción del déficit fiscal. Se trataba de una buena etapa, a su entender, para definir tarifas que permitieran remunerar el costo del abastecimiento energético o para brindar incentivos adecuados a la eficiencia energética que limitara la salida de dólares.
En este sentido, Caratori señaló: “Llover, está lloviendo en todos lados, el problema es que el que sale sin paraguas se moja más. Hay claramente una situación global complicada, pero la nuestra es una situación de mucha vulnerabilidad por los factores que mencioné, que nos son propios”.
Hacia diciembre de 2021, en tanto, la coyuntura puertas adentro estaba signada por la aceleración del proceso inflacionario. A esa complicación se le añadía un precio internacional del LNG lindante a los US$ 35 por millón de BTU, por lo que inexorablemente crecía la amenaza de la falta de divisas. El gran interrogante, según Caratori, era si alcanzarían los dólares para pagar la sangría comercial energética del siguiente invierno.
Sin embargo, del cuadro planteado se desprende que se dilataron irresponsablemente los tiempos en la negociación contractual por el gas de Bolivia, no se estimuló lo suficiente la producción gasífera en la Cuenca Austral y la Cuenca del Golfo San Jorge, y se gestionó de manera tardía la reactivación de los biocombustibles para parar la sangría, entre otros errores.
Amenazas cristalizadas
En el tercer escenario analizado por Caratori, el de los meses de febrero y marzo de 2022, se cristalizaron las amenazas que anticipaban los dos escenarios previos. Terminó de ponerse en juego, a su criterio, la tensión entre la eficacia y la eficiencia; es decir, entre la necesidad política de comprar los volúmenes de energía que cubran una demanda ascendente a cualquier precio, por un lado, y la necesidad económica de cuidar un recurso escaso como las divisas de la mano de un plan de racionamiento del consumo para importar menos gas y derivados, por otro.
Para complicar aún más las cosas, se acrecentó la competencia global por el LNG, se profundizó el declive de la generación hidroeléctrica local y se agudizaron las disputas gremiales con la flamante creación de la Unión de Trabajadores Petroleros de Argentina (UTPA), entre otras dificultades.
Ante la inminencia de la crisis, se pasó del interrogante sobre la magnitud de los cortes en invierno a la pregunta sobre posibles interrupciones en el suministro durante el otoño. Y se acentuó la sospecha de que habrá un retraso en la producción agropecuaria, fruto de la escasez de gasoil, lo que también repercutirá negativamente en la balanza comercial de una economía urgida de dólares.
Sin embargo, el consultor destacó que “todavía quedan elementos accionables, y el foco tiene que estar ahí: hay espacio para mitigar esta situación y también para no agravarla, pero hay procesos que llevan tiempo y ya deberían estar activados. Veo reacciones en algunos frentes esta semana que me parecen positivas, aunque tardías, y quedan cosas por hacer”.
Se llegó, en definitiva, a una situación límite por ausencia de previsión y falta de coordinación en la toma de decisiones. A modo de cierre podría citarse un tuit que el propio Caratori publicó antes de que culmine el pasado mes de marzo. “No es que todo sea tan imprevisible, es que ustedes son poco pesimistas”, sentenció el consultor.
Un comentario
excelente racionamiento de Luciano.