A Darío Martínez, 45, rionegrino de origen pero neuquino por elección, se le da bien el contacto con la prensa. Supo, ni bien llegó a Buenos Aires, que para no perderse en la marea del centralismo porteño tenía que salir a jugar. En los días buenos, habla en al menos dos radios a la mañana y un canal de aire a la noche. Dicen que “ahora todos lo conocen”.
Fue Norman primero (no sabían de su preferencia por el segundo nombre), el diputado de los Panamá Papers después y, más recientemente, el presidente de la comisión de Presupuesto que condujo al éxito a la primera ley del presidente Alberto Fernández.
Llegó a su banca por un reemplazo, pero la revalidó dos veces en elecciones. El mes que viene deberá pivotear el debate de la ley de promoción para la industria hidrocarburífera como titular de la comisión de Energía, pero el objetivo de largo plazo es el de 2023: quiere ser gobernador de Neuquén.
“Él es candidato, todos vamos a trabajar para eso”, plantean quienes lo acompañan en la diaria, aunque es una definición que él todavía no se anima a dar. Su antecedente inmediato lo ubica como candidato a vice en las elecciones de 2019, como compañero de fórmula de Ramón Rioseco, el piquetero de las puebladas de los 90 reivindicado por Cristina Fernández.
Martínez tiene la estima de la expresidenta. Sus denuncias contra Mauricio Macri tras la investigación de los Panamá Papers fueron una prueba de fidelidad que se le retribuyó con respeto.
Ahora, dicen, está “con los dos”, pero la relación “aceitadísima” la tiene con Alberto. Aduce buen vínculo con Máximo Kirchner, Axel Kicillof y Santiago Cafiero, pero “habla con todos”.
Antes de meterse en temas como Vaca Muerta y la deuda argentina, promovió ordenanzas para prohibir el uso de la pirotecnia, los barrios cerrados y reducir la entrega de bolsas en los supermercados siendo concejal de Neuquén capital. El fallecido intendente radical, Horacio Quiroga, le vetó una norma de su autoría que eliminaba los posnet de los bingos y casinos para evitar que las personas con ludopatía pudieran acceder a esa vía de pago. “Se siente más cómodo del lado de los poderosos”, criticó Martínez en esa oportunidad.
Su paso por YPF
En el 2011, reunió las adhesiones suficientes en el peronismo, fue candidato a intendente, pero salió cuarto con el 7% de los votos. Cuando finalizó su mandato de concejal, en la segunda gestión del cristinismo, fue nombrado responsable de la Fundación de YPF en Neuquén.
Cultivó en esos años un perfil bajo que se interrumpió en diciembre de 2015 cuando la diputada nacional Nanci Parrilli tuvo que renunciar a su banca para ocupar la que había ganado en la Legislatura de Neuquén y a él le tocó asumir el reemplazo. Allí trazó su camino hacia las grandes ligas que incluyó el control del PJ local como herramienta.
En el 2017 compitió y renovó su lugar en la Cámara Baja y volvió a hacerlo en el 2019. En la elección de octubre, la lista que encabezó se quedó con más del 33% y conquistó 1.000 votos más que la de Oscar Parrilli, quien lideraba la categoría de senadores.
En el entorno del extitular de la AFI, algunos le bajan el precio. Que no tiene llegada real a Alberto Fernández, que no es cierto que sea amigo de Máximo Kirchner.
Le reconocen ser una de las figuras más importantes del kirchnerismo en Neuquén, pero ven en él más una ansiedad por “mostrar” su cercanía con las grandes decisiones que una real capacidad de ejercerla.
Molestó también el “canté pri” por el cual reclamó la presidencia de la comisión de Energía del Senado para Silvia Sapag, desconociendo ciertos “usos y costumbres” de ese territorio y sus roscas. A Martínez lo confirmaron en la de Diputados, pero a la senadora le dijeron que había que esperar.
Armado
Su atrevimiento anterior había sido el de intentar disputar la candidatura a senador que era puesto cantado de Parrilli. Martínez jugó a fondo: armó reuniones donde lo proclamaban favorito, condujo al partido a reclamar PASO para dirimir las postulaciones, pero lo frenaron en seco. Cristina “necesitaba” a Parrilli en el Senado, lo convencieron.
El diputado igual lo consideró una victoria: encabezó la nómina de diputados para extender su mandato cuatro años más y consiguió para Sapag el segundo lugar en senadores. La hija del cinco veces gobernador de Neuquén, Felipe Sapag, armó con él una dupla política inseparable.
La relación entre Martínez y Parrilli, en cambio, es la de dos dirigentes que se miden, pero no es mala. “Hablan muchísimo” y ambos están en la tarea de proponer los nombres para los cargos nacionales que hay que ocupar en las delegaciones de Neuquén.
Al final del día, necesitará ese aval o acaso alguno de más arriba si quiere que su aspiración a liderar la fórmula del peronismo provincial en el 2023 llegue a las boletas. La discusión de la ley que elabora el albertismo para la industria petrolera será una vidriera, pero Martínez no podrá apelar allí al chauvinismo fácil de la neuquinidad. Las nuevas reglas deberán servirle a los que tienen Vaca Muerta y a los que no, muchos de estos gobernadores del Frente de Todos. Y de esas rendijas es de donde podrá sacar provecho, una vez más, el Movimiento Popular Neuquino, su principal adversario.
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Con Dario vamos a transformar esta provincia, por que el federalismo no solo se menciona, se debe poner en práctica. 60 años de centralismo capitalino y negocios para los amigos de los gobernadores del Mpn ya es demasiado, ahora necesitamos un gobierno peronista en Neuquen !!!