No es casual que a sus 76 años Guillermo Pereyra sea el dirigente sindical más influyente de la Patagonia. Es el actual secretario general del Sindicato de Petróleo y Gas Privado de Río Negro, Neuquén y La Pampa. Además, cumple mandato como senador nacional por Neuquén hasta este año e irá por la reelección, siempre bajo el ala del Movimiento Popular Neuquino (MPN), el partido político que ganó desde 1962 todas las elecciones en la provincia de Neuquén, y preside la Comisión Unicameral de Minería, Energía y Combustibles del Senado. Tampoco es casual que lo llamen «el caballo». Pereyra nació en 1943 en Bowen, Mendoza, y llegó a Neuquén a mediados de 1970, cuando consiguió un puesto de changarín en una empresa petrolera. Después obtuvo un trabajo mejor en la perforadora Astrafor y a partir de allí comenzó a participar en el gremio, primero como delegado y luego como secretario administrativo. Galopando ligero y firme, en 1984, después del período dictatorial, se convirtió en el secretario general del sindicato por apenas 62 votos de diferencia. «El caballo» se consolidó luego en las elecciones de 1988 cuando alcanzó el 84% de los votos, y de allí en adelante ningún otro sindicalista pudo arrebatarle el puesto. Entre 1995 y 1999 fue diputado provincial por su cercanía con el histórico dirigente del MPN, Felipe Sapag. Más tarde, el ex gobernador Jorge Sobisch lo puso al mando de la Secretaría de Trabajo de la provincia de Neuquén. Y, finalmente, en 2013 empezó a desempeñarse como senador nacional. Fue, además, director de YPF y secretario adjunto de la Confederación General del Trabajo liderada por Hugo Moyano.
La biografía de Pereyra deja entrever la personalidad del hombre al que Sergio Massa definió como «un viejo sabio de la política» y las características de un liderazgo sostenido por años. Pereyra dirige el gremio así, a pura sangre, como un caballo de ojos gigantes que abarca un campo visual de 360º y no para hasta llegar a la meta. Ni siquiera cuando en el último tiempo delicados problemas de salud pretenden poner trabas en el camino.
Él se define a sí mismo como un «leal dirigente del movimiento obrero, orgulloso peronista y fanático de River Plate». Amante del diálogo y el consenso, cuenta que antes de hacer un paro prefiere hacer un llamado. Se separó de su esposa Norma Martínez pero conserva una buena relación. Tiene tres hijos (Paola, Martín y Flavio), varios nietos y un palco en el Monumental.
En diálogo con TRAMA, Pereyra contó cómo dirige un gremio de más de 25.000 afiliados y la tarea permanente que lleva adelante para transmitir su experiencia de cara a la sucesión, cuál es su relación con los políticos y empresarios, cómo surgió su amistad con el candidato a vicepresidente del oficialismo Miguel Pichetto y cómo ve el panorama de la Argentina en los próximos años. También se refirió a los reiterados problemas de seguridad que se han venido produciendo en el sector durante los últimos tiempos. Reconoció que en ese aspecto les ha venido yendo muy mal y apuntó a las empresas, pero remarcó que se está trabajando para mejorar las condiciones laborales.
¿Cómo hace para transmitir el conocimiento sobre la conducción a los compañeros del gremio?
—Hay que hablar mucho. Tengo 76 años y siento que es hora de dejar esto, pero antes hay que transmitir las lealtades. Lo que siempre digo es: nunca dejen a un compañero en la ruta, nunca le suelten la mano; podés tener muchas diferencias pero nunca le sueltes la mano. Yo nunca dejé a un compañero en la calle. No tengo enemigos, pero sí he tenido grandes adversarios gremiales. Ahora algunos de esos adversarios están trabajando conmigo, yo mismo los convoqué. Este es un gremio grande de más de 25.000 afiliados. Creo que, en la explotación no convencional, lo peor que puede haber son grietas en la organización sindical. Por eso hacemos todo el esfuerzo para trabajar en paz y con tranquilidad. Nunca hay que descalificar al sector empresario, ni públicamente ni de forma privada. Si priorizamos el diálogo con respeto, todos vamos a tener éxito: el empresariado, los dirigentes sindicales y los trabajadores. Esto es fundamental, no hay que dar una mala imagen. Tomamos medidas de acción directa cuando no hay otro camino, cuando se agotaron todas las instancias. En lo posible, antes de tomar una medida de fuerza tomo el teléfono y pido hablar con el responsable de la empresa en cuestión. Así, en el 99% de los casos se llega a la solución.
¿Qué agenda tiene por delante?
—La seguridad es prioritaria. Este último año nos ha ido muy mal en materia de seguridad, pero estamos trabajando. La responsabilidad de las fatalidades la tienen en gran medida las empresas, pero los técnicos se están reuniendo para mejorar en ese sentido. Por otro lado, lo importante es liberar de conflictos al sector no convencional. Acá hay fuertes inversiones que vienen de afuera y cualquier actitud nuestra que genere desconfianza va a empezar a retirar y disminuir las inversiones. El dirigente sindical tiene que defender los puestos de trabajo, a mí nunca se me ocurriría cortar una ruta. Por iniciativa mía y del gobernador de la provincia firmamos el blindaje de conflictos junto al personal jerárquico que conduce el compañero Manuel Arévalo, quien fue integrante de nuestro sindicato, con el que trabajamos juntos y que tiene la misma escuela.
¿Qué reflexión puede hacer respecto de la fórmula presidencial Mauricio Macri-Miguel Ángel Pichetto?
—Es muy difícil reflexionar cuando tengo una amistad entrañable con Miguel (Pichetto); compartimos cinco años y medio de trabajo, independientemente de que nos conocíamos desde hacía muchísimo tiempo. Él ha sido senador, también diputado por Río Negro. Tuvimos muchas conversaciones. Hemos integrado el Senado de la Nación, él en un bloque y yo en otro, y me enseñó mucho. Es un político de raza. Hacer un análisis cuando se trata de un amigo es difícil. De cualquier manera lo llamé, lo felicité. Sobre todo porque es un gran político.
¿Qué tipo de conducción necesita la Argentina que viene?
—La tecnología está avanzando y necesito un sindicalismo preparado, que se adapte a los cambios irreversibles. En un equipo de perforación donde había ocho personas ahora hay dos o tres, entonces hay que adaptarse. Yo soy un hombre grande, he quedado detrás de la tecnología, pero transmito a los compañeros que hay que adecuarse a estos cambios. Ese es el gran desafío que tenemos los dirigentes sindicales del presente y del futuro. No hay que renegar porque a través de la tecnología la ocupación de mano de obra se va a producir en otros sectores. Un equipo de perforación con la última tecnología hace pozos pero luego viene el trabajo grande de fracking, el proceso de agua y arena; son miles los trabajadores que cumplen esas funciones. Espero que el sindicalismo produzca el cambio. El sindicalismo de la confrontación y el corte de ruta ya quedó atrás. El sindicalismo petrolero tiene su modus operandi en cada provincia. Usted no cede herramientas al poder de turno, sin embargo es capaz de entender visiones y medidas de mediano y largo plazo…
¿Cómo se transmite eso?
—Lo transmito a mis compañeros, a los trabajadores, al cuerpo de 283 delegados que tenemos. Brindamos charlas todos los meses. Como secretario general tengo que hablar con los compañeros jóvenes. No hay que parar. Los buenos resultados se logran con capacitación. Tenemos delegados que se están capacitando en convenio con la Universidad Nacional del Comahue. Son los futuros dirigentes. Hay 29 compañeros y compañeras que están concurriendo a la formación de dirigentes sindicales y adquieren información sobre las economías regionales, la cultura en general y, principalmente, sobre técnicas de oratoria. Si se quiere ser un buen orador, hay que tener amplios conocimientos de lo que se va a decir. Para todo esto estamos preparando a la nueva dirigencia.