Darío Martínez enhebró en la Cámara de Diputados una excelente relación con Máximo Kirchner. El flamante secretario de Energía construyó un vínculo de confianza con el hombre fuerte de La Cámpora, incluso más fluida que la de otros colegas del Frente de Todos en la cámara baja como Fernanda Vallejos y Carlos Heller. Sin embargo, en el armado político territorial de su Neuquén natal, Martínez se presenta como “el hombre de Alberto Fernández en la provincia”. Busca así diferenciarse y meter una cuña en el peronismo neuquino que se abroquela detrás de Oscar Parrili, un incondicional de la vicepresidenta de la Nación.
La versatilidad de Darío Martínez habilita incluso a que albertistas y cristinistas se arroguen el padrinazgo político de su designación al frente de Energía en reemplazo de Sergio Lanziani. La reubicación de la cartera bajo la órbita del Ministerio de Economía le hace un guiño, sin embargo, al Instituto Patria, que desde hace tiempo horada internamente la gestión de Matías Kulfas. Tal vez para aplacar esa medida y proteger al titular de Desarrollo Productivo, uno de los alfiles del riñón presidencial, el oficialismo comunicó hoy que la salida de Lanziani obedecía a un designio del propio Kulfas. Será difícil sostener esa lectura con el paso del tiempo.
Si se compara su perfil, la apuesta por Martínez repite lo que se buscó inútilmente con Lanziani. Se eligió a un político por sobre un profesional con formación técnica. El nuevo secretario de Energía deberá tener éxito allí donde Lanziani fracasó: en la interacción con el sistema.
Primeras señales
El nuevo secretario de Energía se formó políticamente en el Peronismo Solidario, una de las corrientes internas del PJ neuquino que está referenciada en Aldo Dusdevich. Deberá interactuar con actores de universos políticos distintos y construir una relación con empresas de industrias que atraviesan urgencias diferentes. Una primera señal inequívoca será saber quiénes serán sus colaboradores más cercanos. Saber si, por ejemplo, continuará en su cargo Juan José Carbajales, subsecretario de Hidrocarburos y quien interactuaba en los hechos con las empresas del sector petrolero. Otros funcionarios del área como Osvaldo Arrúa, subsecretario de Energía Eléctrica, Juan Pablo Ordoñez, de Planificación Estratégica, parecen tener su suerte ya sellada.
Martínez preside hoy la comisión de Energía en la Cámara de Diputados. A priori, no desembarcará con equipo propio. Sí lo acompañarán colaboradores de extrema confianza como Ariel Kogan, ex diputado provincial por el PJ, y otros que hoy forman parte de su privada en Diputados.
De ahora en más deberá hamacarse políticamente. Tendrá que pivotear, por un lado, sobre las críticas a las empresas que suele bajar como discurso de exponentes del cristinismo como Federico Bernal, interventor del Enargas. Pero, por el otro, si pretende robustecer su carrera política en Neuquén —aspira a ser gobernador en 2023— deberá entablar una relación constructiva con la industria hidrocarburífera, que tiene en la provincia patagónica su principal bastión.
Bloque de poder
Al mismo tiempo, Martínez deberá entablar una relación de trabajo con su jefe directo, el ministro de Economía Martín Guzmán. El titular del Palacio de Hacienda representa una incógnita en sí misma. Tiene por delante el desafío de gestionar el área energética desde una visión estratégica que priorice el desarrollo de largo plazo del sector por sobre las urgencias fiscales de la coyuntura.
La tercera pata de la ecuación es YPF, la petrolera controlada por el gobierno. Su CEO, Sergio Affronti, tejió en estos meses una buena relación con Kulfas. Ahora deberá hacer lo propio con Guzmán, con quien el fin de semana pasado terminó de negociar el aumento de combustibles. Es probable que Miguel Galuccio funcione como un puente entre ambos. Durante el tramo final de la renegociación de la deuda, el CEO de Vista y ex presidente de YPF generó un fluido canal de comunicación con el ministro que seguramente se reactive con foco en la agenda energética.