Por Facundo Sonatti
Christophersen es un pequeño pueblo que tiene una gran peculiaridad: en los 297 km2 que ocupa su colonia –una vez y media la superficie de la Capital Federal– viven más vacas que personas. En su territorio, en el extremo sur de la provincia de Santa Fe, una sola empresa tiene más de 8.000 cabezas de ganado lechero versus una población contada, hasta el último censo de 2010, de «sólo» 731 personas.
En ese establecimiento, perteneciente al gigante agropecuario Adecoagro, se encierran otras particularidades. No sólo es la unidad productiva que, a diario, mayor cantidad de leche fluida despacha en la Argentina, sino que también es la primera en comenzar a utilizar el estiércol de las vacas para generar energía.
Mariano Bosch, co-fundador y CEO de Adecoagro, retiene en su cabeza la idea de que la producción de alimentos y la generación de energías renovables son complementarias. La teoría la sostiene desde 2002, cuando decidió convencer a un grupo de inversores para quedarse con 74.000 hectáreas de PeCom Agropecuaria. Fue el puntapié inicial de un conglomerado que, tras haber renombrado la firma que hasta entonces pertenecía a la familia Perez Companc, sumó más tierras mediante otra serie de adquisiciones, tanto en el país como en Brasil y Uruguay. Hoy suma 246.139 hectáreas, distribuidas en 19 establecimientos y, a su vez, trabaja otras 200.000 de terceros, a través de arrendamientos.
Al mismo tiempo, Adecoagro se apoderó del prefijo más característico del campo y la agricultura, AGRO, con el cual se exhibe en las pizarras del New York Stock Exchange (NYSE) desde 2011. Sus papeles oscilan en mínimos y la valuación total asciende a unos u$s 850 millones, similar al grupo financiero Supervielle.
A cielo abierto
Adecoagro construyó su fama local por ser el mayor productor primario de leche. No todos saben, además, que el grueso de sus ingresos a nivel global proviene de la caña de azúcar, un segmento aún ajeno para la firma en la Argentina. En números, los negocios del azúcar, etanol y energía, sumados, aportaron más del 50% de la facturación anual. Mientras tanto, de los u$s 933 millones que anotó de ingresos en su último ejercicio fiscal anual, los tambos de Christophersen aportaron apenas un 4%.
«Los alimentos y las energías renovables no son un contrapunto», resalta Bosch, y amplía su análisis: «Siempre tuvimos claro que ambos eran complementarios a pesar de que, en los inicios de la compañía, existía un debate entre uno u otro modelo en todo el mundo».
El proceso de crecimiento y transformación no estuvo exento de sobresaltos en la historia de la compañía. «Cuando nosotros hablamos de producción y forrajes, de transformarlos en proteínas animales, optamos por la leche. Empezamos con la idea en 2004 y sabíamos que teníamos que hacer un tambo diferente de los que existían en la Argentina», señala Bosch en diálogo con Revista TRAMA desde las oficinas que Adecoagro tiene en Martínez.
«Los proyectos en el campo demandan mucho tiempo de maduración, pero hemos tenido la paciencia suficiente para las marchas y contramarchas del sector y del país», explica quien timonea un grupo humano de más de 8.000 almas.
«Siempre tuvimos claro el norte y fuimos ajustando el negocio en función de éste», agrega Bosch, que se tomó cinco años en lograr que el tambo estabulado funcione. «Cuando pudimos hacerlo funcionar, salimos a convencer a inversores para escalar el modelo», confirma. Los tambos estabulados son más comunes en países con inviernos más crudos que el de latitudes donde se encuentra el establecimiento de la firma, pero, en resumen, consisten en estructuras techadas similares a un establo donde las vacas pasan la mayor parte de su tiempo.
Adecoagro está en pleno proceso de expansión de sus instalaciones multiplicando por dos el número de tambos, vacas y litros producidos por año de cara a 2020. Sólo esta ampliación, en el sur de Santa Fe, demandará u$s 50 millones. «A esa cifra, sumaremos u$s 5 millones para agregar otro biodigestor, logrando que todo el sistema sea realmente sustentable», adelanta el cofundador de la firma que, en 2011, debutó en la Bolsa y en la apertura de capital reunió u$s 378 millones.
El ritmo biológico de las vacas marcará los tiempos de evolución de desarrollo de la ampliación. «En principio, el biodigestor no era una alternativa rentable desde el punto de vista económico, pero terminó dando números positivos», reconoce Bosch. Así, hoy, con una capacidad instalada de 1,4 Mw, es el único biodigestor de esa escala alimentado a base de estiércol bovino en la Argentina. Eso no es todo, va camino a duplicar su capacidad en sintonía con el incremento del negocio lácteo de la firma que ya despacha más de 250.000 litros de leche fluida, equivalentes a uno de cada 100 litros que se producen en el país.
Energía: la socia perfecta
La energía explica un 7% de los ingresos anuales de Adecoagro; a tal punto que se esconde en cada una de las actividades agroindustriales que desarrolla la firma. Mientras que en el negocio de la caña representa un 15%, en la lechería alrededor de un 10% de la facturación no lo aporta la leche sino la energía que emana del biodigestor inaugurado hace apenas un año.
«Gracias al biodigestor, ahora podemos pensar 1 mega y medio de capacidad, más de lo que consume el pueblo más cercano», dispara Bosch. Pero aquí tampoco es todo color de rosas. «Al ser punta de línea, no podíamos seguir aumentando nuestros tambos por la calidad de electricidad que había. De hecho, en verano siempre teníamos problemas, que es cuando necesitamos más electricidad para dar aire acondicionado a las vacas y entonces no llegábamos», describe el empresario y continúa: «Cuando pusimos el biodigestor donde queríamos, tras superar sucesivos inconvenientes, como cambiar la punta de línea que no funcionaba, pudimos terminar con los problemas eléctricos».
La próxima meta de Adecoagro consiste en duplicar la capacidad e incluso la generación podría trepar hasta 4 Mw. «La producción puede llegar a ganar eficiencia al duplicar el número de vacas que generan la materia prima para el biodigestor», adelanta.
En el mismo capítulo de la energía, Adecoagro también planea sumar una planta de etanol, esta vez a base de maíz, en la Argentina.
«En nuestro caso, una planta para procesar maíz significa su conversión como forraje para las vacas y el etanol termina siendo un subproducto de ésta», gráfica Bosch, quien reconoce que aún está en una etapa de evaluación. «Tenemos que ser competitivos con paridad de exportación, es decir, que tenga viabilidad a largo plazo», explica, y sigue: «Esa planta de etanol va a consumir algo de biogás propio ya que no tenemos acceso a la red».
A su vez, para Adecoagro incursionar en el procesamiento de maíz significa evitar comprar la burlanda húmeda con la cual prepara las dietas de sus vacas y ser aún más eficiente. «Hoy, cada vez que traemos burlanda estamos transportando un 70% de agua, y con la planta propia podríamos ahorrarnos esos más de 150 kilómetros de costo logístico», detalla Bosch y cierra con otra confesión: «Hay un poco de locura en todo lo que hacemos y creemos que para montar estos proyectos hay que tenerla». ×
Un búnker de cañas
La figura de Adecoagro bien podría emparentarse con la de un colonizador. La analogía cobra fuerza si se analiza su crecimiento en el negocio de la caña de azúcar que, en la última década, pasó de ser inexistente a cubrir 150.000 hectáreas, en Brasil, equivalentes al 50% de lo que se cosecha, año a año, en toda la Argentina.
«Hoy tenemos 5.000 colaboradores donde antes no había nada; de hecho, se multiplicó por 20 la recaudación de impuestos en las localidades donde nos instalamos», comenta Mario Bosch, CEO de la compañía, haciendo referencia al clúster que desarrollaron entre Angélica e Ivinhema, en Mato Grosso do Sul.
Adecoagro tiene tres ingenios que suman una capacidad instalada de molienda en torno a los 10 millones de toneladas de caña, suficientes para despachar unos 600 millones de litros de bioetanol y 300.000 toneladas de azúcar blanco, cada año. Allí, la zafra es continua los doce meses y la generación de energía no está exenta del modelo productivo que caracteriza a la compañía. «Hoy, producimos unos 800.000 Mwh a partir del bagazo que se obtiene al procesar la caña», repasa Bosch otro de los números de la firma.
En cuanto a la competitividad del negocio que engloba azúcar, etanol y energía, no duda en afirmar que es ultracompetitivo. «El rol del Estado brasileño es básicamente no interferir en el desarrollo productivo. Está presente en que tengas todo en regla y condiciones adecuadas de trabajo para los recursos humanos», describe el ejecutivo y traza un paralelismo con la posibilidad de replicar el modelo en la Argentina: «Es un poco difícil por la matriz que tenemos acá, donde todo está sobrecontrolado y tenés poca competitividad».
El camino que recorrió Adecoagro desde que en 2005 adquirió el primer ingenio, UMA, hasta el presente no estuvo libre de inconvenientes. «Nos dimos muchos golpes en Brasil. Estuvimos cinco años en el negocio del café, pero perdimos plata y vendimos. Luego descubrimos que con la caña de azúcar había mucho por hacer y nos metimos», recuerda Bosch, quien busca revalorizar el concepto que se tiene sobre la producción de azúcar. «Es lo más limpio que hay. Azúcar, etanol y electricidad son los tres recursos que salen del sistema, y el resto vuelve al campo como fertilizante», describe en dos líneas el funcionamiento de los ingenios.
A su vez, Adecoagro sufrió cierto bullying por parte de los grandes traders del sector que, en el medio de la bonanza brasileña, estaban dulces con los ingresos de capitales y montaban proyectos a gran escala, haciéndole sombra a la firma de management argentino. «Siempre fuimos de a poco, dando pasitos, nos pasaban por al lado firmas como Bunge y Dreyfus y compraban todas las usinas y nos decían ‘ustedes están en cualquier cosa, acá hay que comprar, hacer volumen’. Y nosotros decíamos no, con volumen te vas a fundir’. Lo cierto es que con volumen te hacés más grande, pero no es un tema de cantidad, sino de eficiencia por hectárea», explica Bosch el negocio.
«Muchos volcaron, pero nuestra diferencia, y por la cual me siento súper orgulloso, es que el equipo siempre estuvo enfocado y nunca creyó que estábamos descubriendo la pólvora y que era algo maravilloso, sino que, aún hoy, dependemos del día a día y de cuidar los recursos económicos», analiza con el diario del lunes.
El desafío de ser un país agroindustrial
“La Argentina no debe ser un país agropecuario sino uno agroindustrial”, afirma Mariano Bosch, CEO de Adecoagro en diálogo con Revista TRAMA. “Nosotros optamos por ese camino a través de convertir proteína vegetal en animal mediante la lechería, pero puede lograrse con los cerdos, la avicultura o la producción ganadera”, describe el empresario.
A la hora de analizar los incentivos que presta el Estado argentino para alcanzar esa meta, Bosch explica que, cuando el Gobierno propone que las exportaciones serán la salida, está bien, pero en la práctica hay inconsistencias. “Cuando sacás el reintegro del 3% a las exportaciones de leche en polvo, me pregunto si saben cuánto valor agregado hay en cada tonelada. Me gustaría ser un país exportador de leche en polvo y no sólo de maíz o porotos de soja”, compara y reafirma: “Tenemos que pensar en ser un país agroindustrial”.
Uno de los puntos de partida de la iniciativa pasa por los recursos humanos, algo que para el número uno de Adecoagro existe, y de calidad. “Cuando nos visitan los inversores y ven el nivel de nuestros empleados, que explican los procesos en inglés, no lo pueden creer”, resalta Bosch.