Javier Rielo se radicó en febrero en Buenos Aires por segunda vez en su vida. De la primera casi no tiene recuerdo. Arribó con sus padres desde su España natal cuando era muy chico. Casi toda su historia transcurrió en la Argentina. Su formación como contador público, sus primeros años como auditor de Deloitte en coincidencia con el regreso de la democracia a principios de los ‘80 y buena parte de su fructífera carrera en la industria petrolera, primero en Bridas, la nave insignia del grupo Bulgheroni, y luego en la francesa Total, donde el año que viene cumplirá 25 años, se escribieron en el país.
Podría haber vuelto algunos años antes. En 2016 su nombre sonó con fuerza para conducir las riendas de YPF, la petrolera controlada por el Estado. Llegó incluso a algún contacto concretos con funcionarios que reportaban a Mauricio Macri, pero finalmente declinó del ofrecimiento.
Su regreso se concretó este año después de pasar los últimos diez entre París, donde tuvo responsabilidades sobre la actividad de la empresa en el este de África, y Singapur, donde se desempeñó como vicepresidente Senior de E&P para Asia pacífico.
A su regreso retoma el lugar que dejó a fines de 2013: ser el máximo representante de Total (hoy TotalEnergies) en el país, aunque esta vez conjuga los cargos de director de la empresa en el Cono Sur y country chair para la Argentina, Bolivia, Chile, Uruguay, Paraguay y Perú.
La entrevista con TRAMA se concretó en una de las salas de reuniones del piso 17 del edificio de Total sobre la calle Moreno en el barrio porteño de Monserrat.
Rielo acababa de volver de Houston tras participar del Cera Week, el mayor evento de la industria petrolera de EE.UU., que este año tuvo como elemento novedoso el viaje del ministro de Economía, Martín Guzmán, que llegó a EE.UU. para sondear de primera mano qué medidas debería aplicar el gobierno para traccionar la llegada de nuevas inversiones a Vaca Muerta.
Su estilo directo, desadornado y sin rodeos se percibe con nitidez. La crisis del país le preocupa, pero no lo asusta. No será la primera y casi con seguridad, tampoco la última vez que haya que enfrentar una crisis. “Estamos desde 1978 y hemos pasado épocas extremadamente difíciles, con hiperinflaciones en el medio, renacionalizaciones y siempre hemos estado a la altura”, repasa. Por eso, advierte que pese a la complejidad del escenario, existen ventanas de oportunidad para trabajar sobre una agenda de mejoras. “Sin duda se pueden encontrar soluciones. Si no, no estaría acá”, refuerza con un rasgo que lo define: el pragmatismo.
Durante los últimos diez años ocupó distintas posiciones dentro de Total Energies, incluso en diferentes continentes, ¿qué balance realiza de ese proceso?
—El horizonte y el objetivo siempre fueron los mismos, lo que cambia es cómo lograrlo. Tuve la oportunidad de hacer cosas en África, en Uganda, por ejemplo. Allí el petróleo es muy difícil y para producirlo tenemos que lidiar con un crudo pesado o parafínico, en el medio de un parque nacional con un montón
de temas sociales, y eso es extremadamente complejo. Entonces, el cómo hacerlo es lo que puede cambiar. Y en Asia pasa exactamente lo mismo. Hay muchas cosas parecidas en el Pacífico, donde en algunos lugares se produce un gas totalmente ácido que es muy difícil extraer. Fijémonos en Australia, uno de los países más contaminantes del mundo, porque un desarrollo industrial conlleva eso, pero es uno de los grandes países que ponemos como ejemplo, y es a su vez uno de los grandes consumidores de carbón. Entonces todo esto lleva a una situación en donde uno se pregunta cómo lograr satisfacer la demanda energética a nivel mundial, lo cual es muy difícil, y cómo hacerlo de manera que sea aceptable, es aún más difícil. Así que considero que el cómo lograrlo es la cuestión. Nuestro gran objetivo hoy en día es producir más energía, y que esta sea menos contaminante.
Durante su primera etapa a cargo de la dirección en Total, en 2013, se diseñó el Plan Gas I, que fue el primer plan de estímulo a Vaca Muerta. Desde entonces, las empresas avanzaron muchísimo y hoy logran productividades y eficiencias en los pozos de shale gas que eran impensadas. ¿Qué mensajes daría sobre ese punto?
—Total tuvo una trayectoria un poco atípica en la industria porque iniciamos en Tierra de Fuego, primero con el offshore, cosa que no había hecho nadie en la Argentina y fuimos bastante exitosos en ese sentido. Y después nos movimos a Neuquén y allí tomamos la operación de San Roque y comenzamos con el desarrollo de un yacimiento que no producía, Aguada Pichana. Lo recibimos y empezamos con la explotación a partir de pozos verticales con fracturación y después nos movimos a zonas más tight y más tarde al shale. Fuimos los primeros que empezamos a perforar pozos horizontales en Neuquén. Todo eso tuvo una curva de aprendizaje. Cuando empezamos llegamos a tardar hasta tres meses en la perforación de los primeros pozos. Luego terminamos perforando un pozo en un lapso de 10 días. El mejoramiento de los costos fue una realidad, y también optimizamos la eficiencia de nuestra perforación y estimulación de pozos. Hoy, la pregunta es: ¿qué se precisa para desarrollar las reservas que tenemos en Vaca Muerta? Para eso, necesitamos invertir mucho dinero y dar confianza al inversor, lo cual deviene en la necesidad de que las reglas sean claras, durables y se respeten. Necesitamos que quienes quieran invertir puedan llevarse su capital de vuelta cuando quieran y que los precios repaguen esa inversión. Precisamos, además, contratistas que se interesen en venir a Argentina. Si nos ponemos a pensar en cómo podemos aumentar la producción en Vaca Muerta, una de las respuestas es traer más equipos, ampliar la infraestructura de servicios disponibles que pueda acompañar el esfuerzo inversor. ¿Cómo alguien decide invertir en Argentina y no invertir en Estados Unidos? La respuesta es que Argentina tiene que tener mejores condiciones, una mejor competitividad, entonces, como dije, hay que definir reglas para atraer a la gente, sino vamos a seguir desarrollando Vaca Muerta como lo hacemos ahora, es decir, manteniendo la producción, luchando contra el declino, o en el mejor de los casos aumentando sólo marginalmente la producción.
El requerimiento primario, para cualquier país, es tener los recursos, que la geología acompañe. Nosotros los tenemos con el offshore, con Vaca Muerta. Debemos analizar cómo eso se puede llegar a compatibilizar con precios, con la economía y las necesidades del país. Estamos en una situación en la cual el marco legal, comercial y de negocio debe adecuarse al gran esfuerzo inversor que se requiere.
En cuanto al transporte de gas, ¿cree que se pueden encarar proyectos de ampliación de la infraestructura incluso en un escenario económico tan complejo?
—En la condición actual, es muy difícil para los inversores privados. Es difícil que alguien venga a ampliar capacidades con plata fresca si no se puede repagar el proyecto. Cuando hablamos de inversiones y de aumentar la producción, considero que hay que aumentarla en todos los segmentos, no solamente en capacidad de transporte, porque hacer un gasoducto para que esté vacío no sirve de nada y perforar pozos para no poder producirlos tampoco sirve, tiene que ser un esfuerzo compartido de todos los actores, todos tienen que estar en la misma línea. Los productores debemos aumentar la producción. Las transportistas o el Estado van a tener que acompañar con la infraestructura de transporte y todo eso tiene que ser un combo que permita con precios razonables generar un rendimiento económico para que la gente que está dispuesta a invertir, lo haga. Esto es lo que tenemos que generar, un círculo virtuoso de inversiones con crecimiento y rendimiento.
Hace referencia a establecer un esquema cambiario que permita introducir capital que genere alguna instancia de repatriación para pagar deudas y a los accionistas. ¿Cree que ese instrumento se puede encontrar incluso en este contexto de crisis?
— Sí, sin duda que se puede encontrar. Si no, no estaría acá. Hay soluciones al alcance. Se pueden hallar instrumentos que permitan que el esfuerzo inversor acompañe el aumento de producción y la satisfacción de demanda, no me cabe ninguna duda. Estamos conversando con el gobierno. Creo que todo el mundo es consciente. La realidad del mercado internacional, con la invasión de Rusia a Ucrania y la consecuente disparada de los precios internacionales del petróleo y del gas ha impactado fuertemente, es un balde de agua fría que nos ha despertado y nos dice que las cosas no son siempre como uno las piensa. Hoy tenemos una demanda de energía creciente a nivel país que deberíamos pensar en satisfacer con desarrollos locales de energía en lugar de importarla.
El Gobierno lanzó la licitación para la compra de los caños para el gasoducto Tratayen- Salliqueló y tiene pendiente la presentación del pliego de construcción. En base a esto, ¿en qué momento el ejecutivo debería salir a contratar
el gas para llenar ese caño?
—El día te lo puedo decir con mucha precisión, fue ayer. Tenemos que trabajar ya en ese tema. Desde ahora tenemos que acordar cómo será satisfecha la demanda del invierno de 2023. Si tengo que importar un equipo de perforación, sé que lo voy a tener acá en seis, ocho o diez meses, no antes. Si queremos desarrollar el offshore de Tierra del Fuego, debemos trabajar hoy para poner en producción ese campo de dos años. Allí hay un potencial enorme, el gobernador nos acompaña en todo lo que queremos hacer y es un muy activo en ese sentido, nos empuja y nos mete muchísima presión para que sigamos adelante. Los proyectos offshore son inversiones intensivas desde el punto de capital. No tenemos ningún desarrollo industrial por debajo de 700 o 800 millones de dólares, pero eso permite inyectar un paquete de gas de un solo saque, lo cual es muy diferente al shale en Neuquén, donde hay que perforar pozo por pozo y la producción va aumentando progresivamente. Un desarrollo como el de Fénix permitiría inyectar 10 millones de metros cúbicos día, de un día al otro.
¿En qué estados se encuentra hoy ese proyecto?
—Somos optimistas con Fénix, como siempre fuimos con todo lo que hicimos en la Argentina. Estamos desde 1978 y hemos pasado épocas extremadamente difíciles, con hiperinflaciones en el medio, renacionalizaciones y siempre hemos estado a la altura, y pudimos hacer frente a todos estos desafíos. Fénix es un proyecto en el cual se está trabajando, terminando con toda la ingeniería necesaria y de consultas al mercado de servicios. Con el acompañamiento de los gobiernos provinciales y nacionales, que creo que está, pero lo vamos a reafirmar, es un proyecto que debería estar entrando en producción en la segunda parte del 2024.
¿Por qué es estratégico para el país garantizar la continuidad de la oferta de gas desde la cuenca Austral?
—Las instalaciones ya están construidas, tenemos plantas de tratamiento de más de 20 millones de metros cúbicos por día (MMm3/día), plataformas que pueden ser utilizadas en sinergia con otros desarrollos, como estamos pensándolo para Fénix, que se conectará a Vega Pléyade y tenemos la capacidad de transporte disponible, así que poseemos todo sin necesidad de tener que hacer inversiones sin infraestructura existente. En Neuquén una vez que colmemos la capacidad disponible en las plantas existentes de Aguada Pichana, San Roque, Loma La Lata, tenemos que empezar a construir nuevas instalaciones y ampliar el transporte, lo cual implica desembolsos grandes y plazos mucho más largos.
¿Eso quiere decir que le preocupan más las inversiones en instalaciones de superficie que las que requiere el upstream?
—Me preocupa todo por igual, porque si el esfuerzo no es compartido y coordinado entre todos estos sectores, no sirve para nada. Lo que sabemos es que la demanda está, lo que tenemos que lograr es satisfacerla. Tenemos que ser cuidadosos, además, porque la Argentina es un mercado que tiene un gran swing entre el invierno y el verano. Entonces, la definición de las capacidades tiene que ser muy bien estudiada. De nada vale generar capacidad para cubrir los picos del invierno si después estamos parados seis meses o un periodo de tiempo prolongado sin utilización de esa infraestructura. El costo sería muy grande. Y eso tiene que ser trasladado a la tarifa, al precio que van a pagar los consumidores, que sería muy superior a que si las instalaciones estuviesen produciendo todo el año. ¿Cómo se compensa eso? ¿Cómo se podría solucionar? Exportando. Tenemos sistemas de gasoductos conectados con Chile, se pueden ampliar. Se puede lograr que en el invierno podamos utilizar el gas para la demanda interna en la Argentina y en el verano enviarlo a Chile, que lo necesita para la generación eléctrica.
¿Para eso están trabajando como empresa y en articulación con el Estado?
—Tenemos muchas ideas, hay discusiones que todavía se tienen que dar. Creo que las necesidades del país hacen que a veces pongamos la prioridad en ciertas cosas y en solucionar lo urgente, dejando de lado otras, pero es una discusión que tenemos que encarar y es un desafío en el corto plazo.
¿Qué desafíos ponderó, desde lo personal, para volver a ocupar la dirección de Total Energies asumiendo la compleja situación actual de la Argentina?
—Ese justamente es el atractivo, lo desafiante de este país, de este mercado. Yo creo que en Argentina se pueden hacer muchas cosas. Mi experiencia personal y de la empresa ha demostrado que este país tiene uno de los más valiosos recursos humanos que existe a nivel mundial, con gran capacidad de reacción, de entendimiento, de manejo, de management. Es desafiante. Yo no soy argentino, soy español, he vivido toda mi vida en Argentina, salvo los últimos diez años que estuve en el exterior, pero si estoy acá es porque quiero al país. Creo que hay soluciones y las vine a aportar.
En el sector de energías renovables, Total asumió una apuesta muy fuerte. ¿Le preocupa la falta de capacidad de transporte eléctrico?
—El transporte eléctrico es un tema manejado por el gobierno y hay que discutirlo con ellos, pero al margen del sistema de transmisión, hay centros de consumo que pueden ser muy bien abastecidos con energías renovables. Como mencioné, estamos trabajando con el gobierno de Tierra del Fuego, y una de las ideas es desarrollar energías renovables en esa provincia, ya que tiene un gran potencial eólico. También está presente el hidrógeno, que es la energía del futuro. Toda la Patagonia tiene un potencial de generación eólica. Nosotros contamos con dos parques eólicos en Chubut y en Santa Cruz. Poseemos un parque solar en San Luis, hay muchísimo para hacer. Estamos trabajando, viendo algunas provincias. Tenemos una filial que se llama Total Eren, que está hoy en día generando 180 megawatts (MW) en Argentina. La idea es crecer mucho en el segmento de energía renovable no sólo en el país, sino también en el Cono Sur, pero Argentina va tener un foco específico.
¿Puede cuantificar algún objetivo en el Cono Sur?
—A nivel global, tenemos una ambición de 35 gigawats en el año 2025 y 100 gigawatts (GW) en el año 2030. En la Argentina producimos algo así como el 3% del petróleo equivalente cuando lo medimos en energía a nivel mundial. Entonces 100 GW, podrían significar 3 GW de acompañamiento a las energías renovables de nuestra compañía a nivel mundial.
¿Eso sería con proyectos nuevos o tomando alguna participación de actores que ya están en el mercado?
—Un poco de todo. Hay muchos proyectos que están en funcionamiento y hay otros que están en carpeta o que no se han desarrollado todavía, que fueron parte de planes anteriores y que necesitan impulso inversor.
¿Imagina a Argentina como un productor de hidrógeno en el futuro?
— La Argentina, junto con Chile, tiene un potencial en hidrógeno muy grande. Nuestro objetivo principal es el hidrógeno verde. Sobre esa base la patagonia tiene un enorme potencial de generación de energía eólica y con ella la producción de hidrógeno verde y eso es algo que estamos estudiando. ×
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