Una historia sobre vivos, inteligentes y estúpidos
24 de julio
2019
24 julio 2019
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Por Vicente Serra Marchese

Días atrás escuché una frase de Julio Bárbaro que me retrotrajo a los momentos iniciales de mi adolescencia cuando empezaba a tomar consciencia del país donde vivía. Una frase de aquella época fue la Teoría del Inquilino (por favor, no interpretar peyorativamente), que era como que el argentino no se veía como tal, hablaba en tercera persona y se conducía como si no fuese propietario de esta tierra, estaba de paso y otro (el Estado) debía procurar el mantenimiento de las cosas. La frase de Julio me conmovió: “La mediocridad supera al talento”. Nada más acertado en estos momentos, pero convengamos que esto es de arrastre y debemos preguntarnos qué hicimos para auto condenarnos permanentemente al fracaso. Tal vez, fuimos protagonistas del cuento de la cigarra y la hormiga en los últimos 60 años, sin necesidad de saber cuál fue el rol que representamos. La regresividad de disponer sin responsabilidad y cuidar de los bienes públicos, como si no fuesen propios atraviesan todas las clases sociales, el qué me importa y la falta de respeto hacia lo que usufructuamos todos es hoy el común denominador donde subyace el rencor y la resignación ante el fracaso continuo de los últimos 50 años.  Sin embargo seguimos insistiendo, haciendo lo mismo y esperando resultados distintos. Ya Marco Denevi lo había advertido en el diario La Nación con el advenimiento de la democracia. Vale reproducirlo en sus fragmentos más relevantes:

“Frente a un problema concreto, la reacción mental del hombre inteligente es dinámica: buscará el camino de la solución, a menudo a través de exploraciones, de asedios desde distintos flancos, de razonamientos abandonados en un punto y recomenzados en otro, hasta encontrar la salida”.

“Asimismo el estúpido, será el hombre que permanece entrampado por un problema sin atinar con la salida, aunque a veces adopte la agitación convulsa de una mariposa encandilada por una luz muy fuerte o los movimientos desesperados de un animal dentro de una jaula. Las dos únicas reacciones del estúpido serán la resignación o la violencia, dos falsas salidas, dos fracasos”.

“Todos somos inteligentes respecto a un tipo de problemas y estúpidos respecto a otro tipo de problemas. Pero nuestra inteligencia y nuestra estupidez no dependen de nuestra moral. Hay inteligentes moralmente canallas y hay estúpidos moralmente intachables”.

“¿Cuánto de la inteligencia y la estupidez le deben a los genes y cuánto a la educación?”.

“Sin el auxilio del intelecto, esto es de la capacidad del análisis crítico del problema, y sin la posesión de conocimientos relacionados con ese problema y adquiridos por experiencia propia, o por revelación ajena, la pura inteligencia no llegaría muy lejos en el camino del éxito”.

“La estupidez, por más que acumule conocimientos, no sabe qué hacer con ellos. Y no es raro que un intelectual, ducho de análisis crítico, sea incapaz de hallar soluciones”.

“Con alguna frecuencia la realidad nos pone, de momento, mentalmente paralíticos. Es cuando decimos que estamos estupefactos, lo cual significa estar hechos unos estúpidos”.

“La inteligencia, si la tenemos, vendrá a rescatarnos de esta pasajera estupidez.
Situada a mitad de camino entre la inteligencia y la estupidez, la viveza comparte con la inteligencia el dinamismo mental y, con la estupidez, la incapacidad de encontrar la solución a un problema. Se mueve, pero no en la dirección de la salida. ¿Hacia dónde se dirige? Ese es su secreto, la fórmula que le permite ponerse a resguardo de la humillación y del desprestigio que sufre la estupidez”.

“La viveza, es la habilidad mental para manejar los efectos de un problema sin resolver el problema. El hombre dotado de viveza, el vivo, no ejercita la inteligencia, sino un sucedáneo de la inteligencia, apto para entenderse con las consecuencias prácticas del problema, pero no con el problema mismo”.

“Dicho de otro modo, el vivo se mueve mentalmente en procura de cómo eludir los efectos del problema, de cómo (en la mejor de las hipótesis) volverlos beneficiosos para él o (en la peor) de cómo desviarlos en perjuicio de un tercero”.

“La viveza, pues, necesariamente se conecta con la moral. Sin el concurso del egoísmo no se puede ser vivo. Y para echarle el fardo al prójimo sin que éste se resista, es imprescindible cierto grado de inescrupulosidad y hace falta practicar algún género de fraude siquiera verbal”.

“Observado durante un corto plazo, el vivo da la impresión de haber obtenido éxito, de ser inteligente: se desplaza entre los problemas sin padecer las consecuencias o, mejor aún, sacándoles provecho. Como el flujo de los efectos no se interrumpe, el vivo no puede entregarse a los ocios y recesos de la viveza”.

“De ahí que se los suele calificar de `despiertos`. Aparenta una brillantez mental que engaña a las miradas superficiales. El inteligente, cuando está armando sus estrategias para atacar un problema, parece amodorrado y, en comparación con el vivo, un poco estúpido”.

“Cuanto más complejo sea el problema, más exigirá del inteligente paciencia y esfuerzo, más lo someterá al silencioso y tedioso análisis crítico y al constante repaso de los conocimientos”.

“La viveza no puede permitirse esas demoras. Los efectos prácticos del problema no esperan mucho tiempo para hacerse sentir. De modo que el vivo está obligado a la rapidez y, consecuentemente, a la improvisación de sus métodos por lo general empíricos. Otra vez el inteligente comparado con el vivo, parecerá lento y hasta torpe. Si los efectos del problema, por su magnitud o por su complejidad, sobrepasan las posibilidades de la viveza para eludirlos, para aprovecharlos o para torcerlos hacia un costado, el vivo, por fin acorralado como un estúpido, no sucumbe ni a la resignación ni a la violencia, no confesará jamás su fracaso, no devolverá las armas que esconde en su mente: buscará algún chivo emisario a quien cargarle la culpa”.

Marco Denevi

Ahora bien, para la última parte me he tomado la libertad de modificar algunas frases:

Pero ahora vamos a la Argentina donde, por razones genéticas o por razones históricas, los vivos son mayoría. Puesto que son mayoría, unos vivos ocupan el gobierno. Y otros vivos los eligen. Los vivos que los eligen, y por supuesto los estúpidos, incapaces de solucionar los problemas del país transfieren a los elegidos la responsabilidad de encontrar soluciones (nada más cómodo que ello). Y los elegidos, como vivos que son, se dedican a lo suyo: ponerse a salvo de los efectos de los problemas, sacarles provecho o desviarlos hacia los demás, así sean vivos, estúpidos o inteligentes.

Durante un tiempo los estúpidos parpadearán de catatonia mental, los inteligentes se sentirán marginados y los vivos fuera del poder tratarán de imitar la viveza de los gobernantes. Mientras tanto los problemas, sin resolver, se acumulan, se multiplican, se superponen. Hasta que, fatalmente, llega el día en que los problemas forman una pared tan compacta que es imposible seguir sin dinamitarla.

Cuando la sociedad se detiene, entonces los estúpidos, si no se resignan, se vuelven violentos. Los inteligentes toman su valija y huyen. Y los vivos corren de un efecto a otro efecto vendando aquí, remendando allá, emparchando más allá. Mientras que los vivos en el poder dejan los bofes en ese desesperado ir y venir por entre el caos de los efectos sin control; y para disimular su impotencia ante la pared que no saben cómo derribar recurren a los fantasmas de los chivos expiatorios y a un lenguaje esquizofrénico que, disociado de la realidad, pronunciando el discurso con que alguna vez embaucaron a la estupidez.

Para los estúpidos parlanchines caídos al pie de la ominosa pared, no habrá una salvación, sino un grito de guerra: ¡La inteligencia al poder! Salvo que todos los inteligentes hayan huido, hipótesis que no parece verosímil, la novela podría tener un final feliz.

Cualquier similitud con la realidad que nos toca vivir….es pura coincidencia.

No cabe duda que la grieta nos tiene estupefactos y la viveza se sigue imponiendo al talento y a los hombres y mujeres de buena fe.

0 Responses

  1. Somos un pais donde los inteligentes fuimos, somos y espero no seguir siendo minoria
    EL gran Domingo Faustino Sarmiento dijo. Todo absolutamente todo pasa `por la educacion. «Hay que educar al soberano » refiriendose al pueblo.-
    Lamento haber creido en que este pueblo era capaz de crecer moralmente, me volvi de Europa en los años noventa. lastima he desperdiciado mi vida, y seguramente me voy a morir sin ver a mi pais por la senda de ser alguna vez un pais serio.

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