La confirmación por parte de la Secretaría de Energía de que el Gobierno impulsará por decreto la privatización de un 49% del capital accionario de Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA), la operadora de las centrales atómicas con las que cuenta el país, fue uno de los temas centrales, junto con el proyecto de presupuesto 2026 y la reforma eléctrica, de la 16° emisión de Dínamo – Charlas de Energía en la que participaron el ex subsecretario de Energía Nuclear, Julián Gadano; el ex subsecretario de Combustibles, Juan José Carbajales; y la experta en asesoramiento empresarial especializado en gestión energética, Nadia Sager
Consultado al respecto, Gadano se mostró a favor de la iniciativa, aunque con fuertes matices. “No es que sea un fanático de una cosa o la otra, pero creo necesario justificar para qué tenés una empresa pública. Si no, no tiene sentido”, expresó.

Con el grado de madurez que tiene el sector nuclear argentino, indicó el experto, debería entenderse que vender energía eléctrica es un negocio. “Y mientras la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) representa una responsabilidad del Estado, NA-SA es una empresa comercial que vende energía eléctrica”, diferenció.

En caso de que haya interés por parte de los privados de participar en NA-SA, prosiguió, no existen motivos para negarles esa posibilidad. “No veo por qué no tiene que ser privada. Eso es lo que pienso”, aseveró.
Desde su óptica, incluso, el porcentaje de participación no debiera limitarse a un 49%, como inicialmente plantea el Gobierno. “De hecho, creo que el 49% es un problema”, cuestionó.
Otro cambio que se viene, intervino Juan José Carbajales, es que ahora a la empresa le permitirán “ganar plata”. “Le pusieron una excepción a la norma”, puntualizó el titular de la consultora Paspartú, en referencia al artículo 37 de la Ley 24.065, que impide a las empresas energéticas públicas repartir utilidades. De inmediato, Gadano manifestó su apoyo a este cambio. “Aplaudo que el Gobierno haya sacado a NA-SA del artículo 37. Yo quise hacerlo cuando fui funcionario y lamentablemente no lo logré”, reconoció el especialista, quien remarcó que era absurdo aspirar a privatizar una firma que no repartiera utilidades. “¿Quién querría comprar algo con lo que no podés ganar un mango?”, enfatizó.
Primer problema
De todos modos, analizó Gadano, para que el Estado se desprenda de parte del capital accionario de NA-SA todavía deberán darse varios pasos. “Hay dos grandes problemas. El primero pasa por los límites que impone la Ley Bases”, particularizó.
Según la normativa, explicó, sólo resulta posible privatizar el 49% de la empresa sin entregar el control, salvo que se arme un esquema de mercado regulado que implique que se está privatizando un cash flow. “Asumiendo que eso no va a ocurrir, y que vos vas a hacer una privatización competitiva y pública, a mí me cuesta pensar por qué alguien va a estar interesado en comprar el 49% de una empresa que no podrá controlar y que tiene una de sus tres centrales nucleares parada por lo menos por dos años porque se encuentra en un proceso de extensión de vida, con una inversión de al menos 400 millones de dólares por delante. A eso hay que sumarle, además, que la tarifa es precaria, ya que proviene de una resolución de la Secretaría de Energía Eléctrica que puede cambiar mañana, en función de nuevas normas complementarias, y que el Gobierno quiere salir de los PPA con la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (Cammesa)”, cuestionó.
Todo eso, añadió, sin ir al mercado de capitales. “Entonces, supuestamente, alguien debería estar interesado en comprar el 49% como socio minoritario, poniendo dos directores, no controlando esa compañía y teniendo de socio al Estado, con gobiernos que cambian”, criticó.
Enarsa, comentó Carbajales, admite por decreto de creación la participación privada en hasta un 35% de su capital. “Ese ingreso nunca ocurrió”, acotó.

Segundo problema
Suponiendo que la restricción anteriormente descripta no fuera problemática, prosiguió Gadano, hay que considerar que NA-SA es una empresa con sobreempleo; es decir, que tiene una cantidad de empleados por megawatt (Mw) generado muy grande. “Podés privatizarla así, pero te va a impactar en el precio, porque el privado se va a tener que encargar de eso”, resaltó.
Adicionalmente, expuso, no se tomaron medidas para darle un esquema tarifario con certidumbre a la hora de ir al mercado a buscar clientes. “Tal vez eso esté en las normas complementarias del decreto”, aventuró.
En definitiva, remarcó, no está mal que NA-SA como operadora de centrales nucleares se privatice. “¿Por qué no? En el mundo hay muchísimos casos similares que no presentan ningún problema. Tengo amigos que están preocupados por esta posible privatización. Yo les digo que no se preocupen tanto porque me parece que falta mucho para que sea una realidad”, manifestó.
No debe perderse de vista, de acuerdo con Carbajales, que las ventas de las acciones de Enarsa en Transener y las centrales hidroeléctricas tienen un cronograma que “se va pateando”. “Y cada vez el horizonte se va poniendo un poquito más complicado”, opinó.
Es cierto, concedió Gadano, que no parece el mejor momento para ofrecer NA-SA al mercado. “La urgencia fiscal es un mal motivo para privatizar algo. Vos hoy estás sacando un decreto cuando NA-SA tiene una central parada, con una inversión por delante y sin un esquema de financiamiento claro”, sentenció.
Antecedente directo
La única gran privatización de la década de los ‘90 que fracasó, evocó Gadano, fue la nuclear. “La privatización nuclear en la Argentina se tomó su tiempo. Armaron un marco legal, crearon una entidad regulatoria, crearon NA-SA, que era una empresa transicional pensada para la privatización. Es decir, hicieron un trabajo largo y aun así fracasaron”, subrayó.
Para explicar por qué se dio ese fracaso, afirmó, se necesitaría un programa de Dínamo completo. “El punto es que había mejores condiciones técnicas y políticas que las que tenemos ahora. Y además el mercado eléctrico se desenvolvía en un contexto totalmente diferente. Sin embargo, la iniciativa fracasó porque en lo nuclear el inversor requiere muchísima certidumbre”, sintetizó.
Es posible, conjeturó, que haya interesados en adquirir los 1700 Mw que puede ofrecer NA-SA, pero lo ideal sería ofrecerlos en un contexto de mercado que permitiera vender bien. “No estoy diciendo que la privatización está mal, creo que hay una oportunidad ahí. Pero si hay un enemigo de esto, es el apresuramiento. Salir con un esquema prioritario para lo nuclear me parece por lo menos sorprendente”, completó.