La eficiencia energética y el ahorro se van haciendo cada vez más lugar en la agenda de la energía del país. La Argentina está adherida al Acuerdo de París, firmado en diciembre de 2015, donde se comprometió a reducir la emisión de los gases de efecto invernadero. La eficiencia energética puede colaborar a que el país alcance ese objetivo. Al mismo tiempo, ser eficientes y no desperdiciar recursos energéticos puede dar un envión económico a las industrias, el transporte y el sector público.
Andrea Heins es una voz autorizada sobre estos temas. Fue subsecretaria de Ahorro y Eficiencia Energética en el ámbito nacional entre diciembre de 2015 y agosto de 2018, y hoy ejerce como consultora en la materia. En diálogo con TRAMA, remarcó la importancia de continuar con los programas nacionales de eficiencia energética y subrayó el rol de la educación. «Hoy hay más conciencia del valor de la energía. Todavía no tenemos todos los aspectos incorporados, falta trabajar en los hábitos culturales», indicó Heins. A su vez, advirtió que «a nivel mundial, para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París, tenemos que incrementar entre un 30% y 40% las medidas de eficiencia energética respecto de los planes actuales».
¿Cuál debería ser la hoja de ruta de la Argentina en ahorro y eficiencia energética?
—Tiene que ver con potenciar los programas que ya se están ejecutando en los sectores de la industria, educación, transporte y en edificios públicos. En el caso de la industria, el objetivo debe estar puesto en instalar herramientas como las Redes de Aprendizaje (RdA), para que después puedan ser continuadas por el sector privado. En Europa, por ejemplo, las redes se ejecutan con fondos exclusivamente privados. Las empresas pagan para participar. Es un modelo que funciona y a las empresas les sirve. Entonces, esta intervención inicial del Estado permite presentar estos programas y fijar una línea de continuidad.
En otros casos, como los referidos a educación o edificios públicos, claramente tiene que haber una continuidad desde el propio Estado nacional y, en muchos casos, en articulación con los Ministerios Provinciales o incluso a nivel municipal, como son los temas de educación, edificios públicos, edificaciones y transporte. Es fundamental que participen en esta instancia las cámaras empresarias y que se pueda avanzar con la legislación.
¿Cuál es el escenario actual de la eficiencia energética?
—Creo que los puntos centrales tienen que ver con que es indiscutible el rol de la eficiencia energética en los objetivos a largo plazo. En estos objetivos entran la firma del Acuerdo de París en diciembre de 2015 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas. La Argentina está adherida a las dos iniciativas. El Acuerdo de París ha sido aprobado por una ley del Congreso Nacional; también existe el Plan de Energía y Cambio Climático, que se adecua de manera permanente y se van validando los objetivos entre la Secretaría de Ambiente y la Secretaría de Energía. La Agencia Internacional de Energía (AIE) plantea que, para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París, tenemos que incrementar entre un 30% y 40% las medidas de eficiencia energética. En el caso de la Argentina, el 30% de nuestra contribución nacionalmente determinada (NDC, por su sigla en inglés) está basada en medidas de eficiencia en los sectores de consumo y producción de energía. Con lo cual, esto reafirma que el rol de la eficiencia energética también es importante en todo el territorio nacional.
¿Y cómo se logran estos objetivos?
—Bueno, esa es la parte más difícil. Ya sabemos cuáles son los objetivos y el rol fundamental de la eficiencia energética. Ahí se empiezan a desprender diversas acciones concretas en los distintos sectores, como la industria, el transporte y la edificación. La participación de las oportunidades en estos sectores es muy parecida –prácticamente un tercio cada sector–, no hay uno que tenga más incidencia que otro. El lado positivo es que los sectores presentan una oportunidad similar y todos pueden crecer. Al mismo tiempo, hay una dificultad que tiene que ver con la atomización de las iniciativas. Si observamos un sector en particular, las iniciativas puntuales empiezan a ser diferentes y se genera un efecto «milhojas», donde una sola capa no hace nada, pero sumadas le aportan al todo; es decir, nos van a dar los resultados globales que necesitamos.
¿Cómo se vincula la eficiencia energética con las energías renovables?
—En el tema de la sinergia con las energías renovables, lo primero que tenemos que hacer es identificar las diferencias para conocerlas y, en función de esas particularidades, hacer un abordaje adecuado. Esto es para evitar caer en el error común de plantear el abordaje de una cosa en la otra y viceversa. Las energías renovables y la eficiencia son temáticas diferentes y complementarias. La renovables están planteadas principalmente del lado de la oferta de energía, mientras que la eficiencia se aborda del lado de la demanda, quien debe ser eficiente es el usuario final. La eficiencia siempre está dispersa y se relaciona con proyectos de pequeñas inversiones. Otro tema importante tiene que ver con las oportunidades y las responsabilidades de cada uno de los actores, como son el sector privado, el sector público, los usuarios finales de energía, tanto residenciales y comerciales como industriales, y el transporte.
¿Hacia dónde va la Argentina en ahorro y eficiencia energética?
—La eficiencia energética se instaló como título en 2007 con el decreto 140, donde se declaró de interés nacional. Su implementación fue casi nula; algo se hizo, pero muy poco. En el único tema que se había avanzado era en el etiquetado de electrodomésticos. Pero desde 2015 la eficiencia pasó a ser uno de los objetivos de largo plazo.
Desde el Ministerio de Energía y Minería se encaró una readecuación tarifaria integral, que sirvió como base para poder comenzar a hablar de ahorro y eficiencia energética. La energía hasta ese momento no valía casi nada, en términos económicos se pagaba entre un 10% y 15% de su valor real. No había una valorización del recurso y costó muchísimo –y sigue constando– revertirlo. Hicimos bastante, pero aún queda mucho por hacer, profundizando los programas, trabajando con la ley y avanzando en temas particulares, como son los códigos de construcción. Hoy hay más conciencia del valor de la eficiencia energética. Todavía culturalmente no tenemos todos los aspectos incorporados, falta trabajar en los hábitos culturales.
¿Cuáles son las prioridades en la eficiencia energética para la Argentina?
—Las prioridades tienen que ver con generar marcos regulatorios adecuados, y no solo hablo de la ley, sino del código de construcción o de las normas de etiquetado y estándares mínimos de eficiencia, porque eso es lo que te garantiza avances. También son importantes las campañas de educación para el consumidor, con el fin de que conozca, entienda y empiece a revalorizar la energía como un recurso que es escaso, costoso y cuyo uso podemos optimizar. En este punto son fundamentales los programas de capacitación técnica para profesionales y también a nivel escolar, ya que es un ámbito donde se está trabajando mucho. La educación es central porque es lo que nos garantiza resultados en el largo plazo.
¿Son necesarios los incentivos para la eficiencia energética?
—Es un eje importante. Los incentivos tienen una mirada económica. Pueden ser fiscales o financieros, pero también pueden servir para redireccionar los subsidios. En el pasado se subsidiaba el consumo, pero tiene mucho más sentido subsidiar los programas y medidas de eficiencia, así lo han hecho los países con mayores avances en estos temas.
¿Cómo ve al sector industrial en este tema?
—Depende de qué subsector. Hay algunos subsectores en los que la energía tiene un peso significativo en sus costos de operación, donde la mayoría de las empresas algo hicieron en cuanto a eficiencia energética, pero todavía falta creación de capacidades e identificación de oportunidades. Solamente implementando un sistema de gestión, que es lo que hace la Red de Aprendizaje, se puede alcanzar un ahorro de entre 10% y 15% sin necesidad de inversión. Las Pymes no son ajenas a esto, aunque muchas veces se cree que estos sistemas de gestión están destinados a las grandes industriasgrandes industrias, pero no es algo exclusivo de las grandes empresas, también se puede aplicar en las Pymes con muy buenos resultados.
¿Cuáles son los aspectos centrales de la ley que se vienen discutiendo?
—El objetivo de esta ley es concretar un marco regulatorio que adecue y establezca beneficios y obligaciones a la demanda, y que, por otro lado, asegure el cumplimiento a largo plazo. La legislación trasciende los programas de gobierno transformándolos en políticas de Estado. Por esto es que hoy resulta necesario avanzar en la ley de eficiencia energética, que debería señalar lineamientos y no depender de un gobierno en particular.
En concreto, la ley prevé obligaciones y beneficios para algunos sectores y para aquellos que estén dispuestos a ser más eficientes que otros. Está en discusión si se debería o no crear algún tipo de agencia de eficiencia energética. En mi opinión, sí debería incluirse en la ley una agencia nacional de eficiencia energética. Tenemos dos ejemplos como Chile y México, que con agencias de este tipo han conseguido resultados muy buenos porque pasaron a cumplir un rol más técnico y no se ubicaron bajo la órbita de un gobierno de turno. Es una ley que podría salir este año porque no debería generar mayores disensos.×