Por Antonio Martín Marcos / CEO de Sinergeia
El arduo camino por la recuperación del autoabastecimiento energético es parte de un debate cotidiano en las políticas públicas de Argentina.
La matriz energética, con sus diferentes variables caso del gas, petróleo, nuclear, eólica, hidroeléctrica, solar o geotermia, requieren necesarias inversiones y tiempo considerables.
De manera complementaria, de forma más cercana, práctica y económica está la eficiencia energética. Esta es considerada la energía más barata, que genera competitividad y que reduce considerablemente el impacto sobre el medio ambiente.
En Argentina tradicionalmente para producir más se ha debido consumir más energía. Pero en el mundo se está trabajando, desde las políticas públicas sostenibles en el tiempo, para producir más consumiendo menos energía.
Los estudios internacionales indican que sólo iniciando un proceso de medición, se puede ahorrar entre un 2,5 y un 5 % de la energía consumida, que es básicamente derrochada.
Dada la actual situación de consumo en Argentina, se estima que hay un 15% de ahorro que se podría alcanzar casi en forma inmediata, lo que representa el 100% de las importaciones que debe afrontar el país. Si la opción fuera generar nueva energía para compensar esta situación se requerirían inversiones del orden de los 3.700 millones de dólares.
A modo de ejemplo, los municipios y las provincias podrían ahorrar fácilmente entre un 50 y un 70% sus costos energéticos en iluminación pública si migraran las luminarias halógenas y de mercurio hacia las modernas y eficientes LED.
Cambiando de escala, si se reemplazara el 100% de las luminarias del país por LED se podría ahorrar el equivalente a una central como la de Atucha, de manera tal que podrían reorientarse los recursos económicos hacia la extensión de las redes o bien, según el caso, a aplicarlos a servicios de salud, seguridad o educación para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Tales son las magnitudes, que en forma coherente el Estado ha comenzado a implementar políticas de estímulo a la eficiencia energética, con factores relevantes como la reestructuración de tarifas que reflejen los costos reales de la generación, transporte y distribución de energía.
El camino de la eficiencia energética puede y debe ser transitado por toda la sociedad. Desde la famosa campaña que estimula a usar los equipos de aire acondicionado a 24 grados hasta los programas integrales que necesariamente deben implementar otros sectores con mayor responsabilidad, como las grandes empresas, el sector de la agro industria, los hospitales, las universidades y los organismos estatales.
Para los medianos y grandes consumidores el primer paso es realizar un pre-diagnóstico que muchas veces resulta revelador de las oportunidades de mejora y eficiencia que se pueden alcanzar. Posteriormente, un diagnóstico más exhaustivo determina las magnitudes y focaliza las soluciones que se pueden aportar.
En muchos casos, las empresas y los organismos, si bien son conscientes del impacto positivo en la mejora de los costos y el aumento de productividad que pueden lograr con la eficiencia energética, tienen dificultades para obtener los fondos necesarios para aplicar dichas soluciones tecnológicas.
Para estas situaciones, en el mundo, se ha desarrollado el modelo ESCO (Energy Service Company) o ESE (Empresa de Servicios Energéticos) que conceptualmente es muy simple, pues los ahorros deben ser suficientes para amortizar las inversiones, generar un beneficio y, en todos los casos, proporcionar un ahorro al cliente desde el primer día.
Uno de los desafíos de Argentina es mejorar su competitividad y aumentar la productividad. La disponibilidad energética, en tiempo y forma, constituye un factor clave y la eficiencia energética es -sin dudas- una solución cercana, posible y necesaria.